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25 de octubre de 2013

Por: Omar Alejandro Ángel

LOS NONOS

A Alicia y Pepe

 De manera que uno entra por el zaguán, abre la cancel y pasa al living. Da vuelta al cerrojo de la puerta y enseguida, sin preámbulo alguno, se encuentra en el medio, en el punto que -románticamente- podría llamar el corazón de la casa. Lo importante no es el lugar. Lo sustancial está en internarse, al instante, en un mundo ajeno al externo. Eso pasa en esta casa y con sus habitantes; así sucede con los nonos. El living, en íntima unión con el comedor, se llena -en ocasiones- de la mercancía que, días después, llenará los aparadores de aquél negocio; rara vez con gente. Desviando la mirada -como quien no quiere la cosa- un poco a la izquierda, los retratos de vidas pasadas: a veces resulta necesario recordar. Y, naturalmente, uno cede a la curiosidad y mira -para luego observar- a la derecha. Con la puerta blanca al frente, no existe otra solución que girar la perilla. Entre mosaicos rosas y azulejos blancos, la humedad y el eco se vuelven, por un instante, compañía. No obstante, uno se aburre de la monotonía y el poco espacio, por lo que vuelve al medio. La cocina, justo después del comedor (en el que uno no se detiene porque es igual a los que conoce), resulta pintoresca: una vieja silla de madera al frente, una más pequeña al costado y, aleatoriamente, tres o cuatro más (uno no está seguro de la cifra exacta; hay tanto por observar…) desperdigadas por la habitación. Colores y texturas empolvados. Sobre un mantelito (¿para hombre no había?) que propicia el recuerdo, un platillo -no importa de qué pues uno no tiene apetito- aún humeante hace que uno caiga en la cuenta de la hora: almuerzo. Además, ante la ventana, luego del lavaplatos, uno se ha detenido y puesto a pensar. La música se vuelve de pronto audible y uno reconoce que aquello que escuchan los viejos es, evidentemente, un viejo danzón; aunque no tan viejo pues uno lo reconoce. Eso o que uno ya es, igual y lamentablemente, no joven. El televisor, frente a la mesa y de espaldas a ese cuadro mal pintado, proyecta imágenes en las que, ocasionalmente, se ha buscado refugio. Escape. Uno comienza a cansarse de tanta vista. De manera que alguien ha entrado por el zaguán, abierto la cancel y pasado al living. ¿Vamos?

 

Atribución Algunos derechos reservados por Oswaldo Rubio

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