eloriente.net

23 de mayo de 2014

Por: Adrián Ortiz Romero

Las pensiones y los haberes ¿son justos? 

Reformas por abucheo inhiben el debate

Sólo en un país como el nuestro, sólo en algunos temas pueden ocurrir reformas, a pesar de los gritos de la ciudadanía, pero en otros se puede responder a la aclamación popular, aunque el sentido de la modificación o la medida no sean precisamente los más adecuados. Esto queda claro a partir del “escándalo” generado por la supuesta pensión vitalicia que recibirían los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral federal y la premura con la que todos los partidos pretenden conjurar esa amenaza, frente a la ignominia que en sí misma genera el hecho de que sólo hay oídos sordos frente al clamor popular por la consolidación de las reformas estructurales. Habría que distinguir en qué casos nuestra clase política es sensible y en cuáles no.

En efecto, todo lo deciden los intereses y, en específico, el repudio general por el árbitro de la política mexicana. Veamos dos ejemplos en concreto: un sector de la población, nada despreciable, exige desde hace tiempo que los poderes federales accedan a someter la reforma energética a una consulta popular, para definir si continúa o no siendo parte del texto constitucional. En otro tema, aparentemente inconexo con el anterior, los legisladores de todos los partidos lograron la mágica unanimidad para un tema en concreto: eliminar el “haber de retiro” al que tendrían derecho los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación una vez que concluyan sus respectivas funciones como juzgadores.

Vale la pena distinguir la desigualdad con la que se tasan dos asuntos que son más o menos similares. ¿De qué hablamos? De que, por un lado, nadie en México –y ni siquiera los tres partidos mayoritarios– deberían soslayar el llamado que hace un sector importante de la población a que se someta a una consulta popular amplia el futuro de la industria y la riqueza energética nacional. No deberían soslayar ese llamado a la consulta, porque no son tres ni cinco mexicanos los que plantean esa exigencia, sino que son un número considerable que además está tratando de ejercer un derecho constitucional vigente.

Sin embargo, en ese caso se anteponen razones concretas: por un lado se encuentran los intereses de los partidos por caminar de la mano con las iniciativas presidenciales, para que a su vez el primer mandatario les permita los espacios y las condiciones para ser una oposición competitiva. Esa es la lógica que parecen seguir el PAN y el PRD, para ir en una ruta de apoyo más o menos trazada con el gobierno federal.

En medio de ello se encuentra el interés federal por sacar adelante esa reforma, que quién sabe si le permita un mejor margen de maniobra o mejores condiciones económicas, pero que seguro sí le permitirá pasar a la historia como el gobierno reformador que todos los últimos presidentes han querido ser en México, y han fallado. Y en el último de los extremos, que es el más determinante y el que justifica la negativa a la consulta, se encuentra el argumento de que no necesariamente la mayoría de la población, por el solo hecho de ser la mayoría, puede o debe tener la razón.

Aducen que el tema energético es más complejo que la sola idea de que el petróleo es de los mexicanos, y que las razones y las conveniencias para todos los mexicanos, por las cuales vale la pena seguir adelante en el proceso reformador, son mucho más pesadas y contundentes que el maniqueísmo de asumir que el petróleo es nuestro y que es mejor que se pudra en el subsuelo mexicano antes que entregárselo a los extranjeros (y particularmente a los estadounidenses), a quienes se los arrebatamos con la expropiación petrolera de marzo de 1938.

¿Todo esto justifica la negativa a la consulta? Evidentemente no. Más bien, a lo que tienen miedo es a que de esa consulta emane una respuesta contraria a los intereses que defienden. Por eso, hasta por debajo de las piedras buscan razones para negarla. Y se hacen los desentendidos en el momento en que una franja de la población –quién sabe si tenga o no razón en negarse a que la reforma se consolide, como quién sabe si tengan también razón quienes la impulsan- les pide no que cancelen el proceso de reformas, sino más bien que esa decisión la pasen por la legitimación de una consulta popular.

¿Gobierno sensible?

Sin embargo, en otros temas la clase política hasta llega a sorprendernos por la capacidad que tiene para demostrarnos su sensibilidad y prestancia a hacer eco de los llamados de la población. Concretamente esto se ve con los magistrados del Tribunal Electoral federal. ¿Por qué? Porque ahora sí a todos les escandalizó que haya un “haber de retiro” para cada uno de ellos al momento de concluir sus funciones. Y todos juntos se fueron a eliminar ese precepto de la ley donde se encontraba.
¿Por qué tanta prestancia? Porque en los últimos años la constante de la clase política respecto a las instituciones electorales ha sido el de minarlas, lastimarlas y modificarlas según sea el criterio político. Cada presidente ha hecho su propia reforma electoral. Y concretamente, quitarle el haber de retiro a los magistrados electorales sería una buena forma de vengarse de quienes en muchos casos han determinado que los “triunfos democráticos” de los partidos no eran tan legales ni tan constitucionales como quisieron hacerlo creer los partidos en los comicios.

¿Por qué es un escándalo inducido? Porque al concluir su responsabilidad como magistrados, esos individuos tienen imposibilitado ejercer la profesión de abogados por los dos años siguientes. El haber de retiro les garantiza su independencia, para no tener que hacer “guardaditos”, ni “años de Hidalgo”, ni caer en la corrupción que les permita sobrevivir durante ese tiempo en el que la misma ley les impida trabajar. ¿Si no tienen haber de retiro ni forma de garantizar su subsistencia frente a las prohibiciones que les marca la ley, entonces irán a tratar de que el mismo Poder Judicial declare inconstitucional la norma que les impide litigar en los dos años siguientes a concluir sus cargos? Es algo que sí puede ocurrir.

Doble cara

Al final, queda claro que tenemos una clase política llena de dobleces: en unos temas inhibe el debate y quiere ganar por la fuerza y en otros, en los que les conviene, pareciera que se dejan ganar. Lo peor es que con esos destellos de sensibilidad engañan a todos con un supuesto “combate a los excesos”, que en realidad no es tal. ¿Sabemos de qué tamaño es la corrupción en México? De eso, obvio, no hablan.

 

Foto: Tribunal Electoral

 

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