eloriente.net

28 de mayo de 2014

Por: Adrián González Jiménez

A ti que enseñas…

Recientemente me he cuestionado sobre lo que he aprendido en el transcurso de mi vida como estudiante & cómo lo he aprendido. Durante todo el transcurso de vida como estudiante he acatado métodos, seguido reglas e instrucciones las cuales «supuestamente» harían de mí una persona capaz de alcanzar sus objetivos mediante una rigurosa e incuestionable disciplina… Pero donde nunca me preguntaron qué era lo que quería & hasta ahora, las cosas nunca han cambiado.
Pero me dirijo a ti, a quien enseña:

A ti que enseñas, te has olvidado (o nunca supiste) que la enseñanza como tal se compara con el arte de la medicina; que siempre ha sido un acto de fe & humanismo con el otro.

A ti que enseñas, te has atrevido a pensar que la enseñanza es como cualquier empleo, en el cual has creído por simple ocurrencia que «puedes hacerlo».

A ti que enseñas, has confundido el adiestramiento & la repetición con aprender, cuando el aprendizaje nace de la voluntad, el deseo & terminas logrando lo opuesto.

A ti que enseñas, no te has atrevido a cuestionar más allá de lo plasmado en tus libros & guías de enseñanza, porque no permites que tu mente sea capaz de ir más allá del mediocre pensamiento «es que así es».

A ti que enseñas, te atreviste a señalar que el exhibir & el avergonzar eran actos denigrantes en tu vida como estudiante; entonces ¿por qué lo haces ahora?

A ti que enseñas, exiges compromiso, seriedad, limpieza, cuando de ante mano en tu vida privada no cultivas dichos hábitos que te hagan mejor persona & así, poder impregnar a quienes a tu cargo están de lo que puede radiar tu persona; sin necesidad de recurrir al discurso falso de valores no fomentados.

A ti que enseñas, no has comprendido que la competencia no permite un aprendizaje colectivo, más bien fomenta la desunión, el racismo & todos aquellos valores opuestos que evitan ayudarnos los unos a los otros.

A ti que enseñas, no piensas más allá de los resultados. No divisas más allá de un número, creyendo que el conjunto de valores de algún individuo se determina por la calificaciones & el resultado final.

A ti que enseñas, exiges creatividad, exiges innovar, así como de nuevas ideas; pero cuando alguien sigue una dirección diferente a tus expectativas, reaccionas de manera alarmista, tomando una postura defensiva, todo para terminar el acto diciendo «esto no es lo que yo quería».

A ti que enseñas, acatas muchas veces de manera personal las observaciones de quienes corrigen tu error; como si tus palabras fuesen incuestionables, harías cualquier cosa por no aceptar & reconocer tu ignorancia, te atreves a tomar represalias en contra de los observadores.

A ti que enseñas, te has preocupado más porque a quienes tienes a tu cargo, cumplan con tus propias expectativas que tienes para ellos en clase, pero nunca te has ocupado de intentar fomentar en ellas & ellos (a quienes enseñas), principios fundamentales & expectativas de vida en las cuales aprendan a cuestionarse en su propia vida, qué es lo correcto para sí mismos & no para los demás.

A ti que enseñas, te olvidas de tratar contigo, con tu interior, presentándote muchas veces proyectando tu mal humor & cuestiones personales en un lugar donde tu único deber, es dar lo mejor.

A ti que enseñas, te atreves a acatar reglamentos viles a conductas que a tu parecer son desafiantes o rebeldes, con la excusa de que «tienen que educarse». Cuando la realidad es que a ti no te corresponde «educar» a ese alguien que se presenta a tus clases; a alguien quien muchas veces parte de un hogar hostil, un hogar en donde los únicos que deben educar (o no los tienen), han descuidado a esa o ese a quien le enseñas. Pero olvidas que también, puedes ayudarle a aliviar.

A ti que enseñas, fomentas la absurda idea de que aprobando exámenes, graduándote, obteniendo títulos, diplomas, certificados -así como del trabajo que obtengas- se otorgará un verdadero valor & podrás ser «alguien» en la vida. Pero no puedes ver más allá de tus limitaciones, que a quien enseñas desde que se crearon (desde la célula más pequeña) ya son alguien en la vida & al igual que tú, sólo necesitan saberlo.

A ti que enseñas, te has equivocado muchas veces & exiges el esfuerzo, cuando se sabe que el esfuerzo no es la clave para mejorar; porque el esfuerzo es el último recurso de la ineptitud e incompetencia & la verdadera clave para ser mejores es solo dar lo mejor con todo corazón. Porque al fin & al cabo en la vida no importan los aciertos, mucho menos los errores, porque es aprender lo que nos ayuda a crecer & el amor lo que le da vida & energía a cada momento de nuestra existencia.

A ti que enseñas, supones que el «saber» es más importante que cualquier otra cosa & no hay nada más importante; pero no sabes que la imaginación es más importante que el mismo conocimiento.

A ti que enseñas, absurdamente pretendes «hacer» que a quienes enseñas se interesen en aprender con métodos repetitivos, aburridos & de poco interés; dejando a la vista tu falta de ingenio & carencia de imaginación, mostrando que siempre has sido una persona activa: alguien que se esclaviza en los libros & manuales, alguien que descompone «el todo» en sus partes, pero que nunca avanza más allá para crear algo nuevo.

A ti que enseñas, intentas portar como un traje, aparentando ser la «representación» e imagen (sin perder la formalidad) de ridículas & absurdas normas, olvidándote del humanismo, volviéndote (muchas veces con placer) un gran obstáculo en el camino de quienes solo requieren una atención agregada & terminas destruyendo el corto camino llevado sólo por negar una «oportunidad»…

…Porque tú, quien enseñas, si crees que aplicando todo el peso de las reglas, normas, justificas que «hay que educar» & te olvidas del humanismo que vas más allá de las listas, los números, las evaluaciones & resultados finales, es cuando eliges ser un lacayo más del sistema.

A ti que enseñas, no sabes que antes de intentar enseñar & si cabe la posibilidad de ese valor agregado que educar con bien, te has olvidado que un maestro no es quien enseña o «educa» a los demás; es quien primero & ante todo se educa así mismo.

Esto va dirigido, a quienes han olvidado lo que significa ayudar a crecer a otro ser humano, a quienes han reemplazando la imaginación por el prosaísmo; a quienes han hecho a un lado el humanismo por la sistematización e indiferencia. Va dirigido a quienes no aman lo que hacen porque si amaran lo que hacen, yo hubiera sido alguien diferente.

 

Imagen: Algunos derechos reservados por M. Martin Vicente

 

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