eloriente.net
28 de mayo de 2014
Por: Adrián Ortiz Romero
Ciudadanos, olvidados por una “tradición”
Violar derechos es agredir, no una costumbre
Los oaxaqueños no deberíamos acostumbrarnos a vivir como hasta ahora, en relación a los bloqueos viales y el atentado que todos los días cometen innumerables grupos de lucha social en contra de la ciudadanía, sin que la autoridad haga algo para impedirlo. No se trata de inhibir el derecho a la protesta, que es constitucional. Pero, tampoco se trata de que en nombre de éste se agreda libremente a la ciudadanía sin que nadie pueda evitarlo.
En efecto, parece que entramos en una vorágine sin retorno. Ayer, como en muchas otras ocasiones, los profesores de la Sección 22 del SNTE anunciaron libremente que llevarían a cabo diversas movilizaciones y bloqueos, tanto en espacios públicos (como edificios que albergan dependencias estatales y federales, así como en vialidades) como en centros comerciales que son propiedad de particulares.
Lo hicieron no sólo sin que alguien se los impidiera, sino que ahora lo hacen bajo la protección de la autoridad, que decide resguardarlos para que nadie los agreda. Ayer pasó con los maestros de la Sección 22. Pero la semana pasada ocurrió lo mismo con los transportistas, y antes con los integrantes de las centrales obreras, y los taxistas, y los camioneros, y los campesinos… y todos los que tienen algo por qué protestar y lo hacen cerrando calles.
En ese sentido, parece que la carta de porte para que todo eso ocurra sin la intervención del Estado la dio el mismo gobierno estatal, cuando hace apenas unos meses aceptó públicamente que las marchas y los bloqueos son parte de una “tradición” política en Oaxaca. Aunque parecía que en ese momento lo que intentaba hacer el gobierno era “explicar” por qué era tan difícil hacer algo en contra de gremios completos que se deciden por la movilización en lugar de cualquier otra forma de lucha, en realidad lo que hizo el gobierno de Oaxaca fue extender una autorización discrecional y universal para que todos aquellos que quisieran cerrar una o muchas calles, al mismo tiempo, y lastimar los derechos de la ciudadanía en el momento que determinaran, lo hicieran.
La prueba está a la vista. Ayer, la capital oaxaqueña fue nuevamente presa de la ira desbordada de los trabajadores de la educación, que están haciendo todo lo posible por ganar presencia en lo que deciden estallar el paro indefinido de labores que de todos modos ocurrirá. Ellos saben, y el gobierno sabe, y la federación sabe, y todos sabemos, que a nivel Oaxaca no hay nada qué hacer en relación a sus demandas.
Es decir, que si algo les queda aún por negociar, eso tiene que ser en la Ciudad de México. Porque en Oaxaca ya tienen de rodillas al gobierno estatal, que se encuentra en un callejón sin salida, y que hasta donde ha podido les ha dado todo, en aras de sostenerse en el poder y aparentar que mantiene las condiciones de paz y de gobernabilidad que la sociedad espera. Aquí saben que las cosas no pueden estar peor. Pero, por el otro lado les queda claro que lo que pueden hacer es tan poco, y que tienen tan mala imagen frente a la sociedad, que por eso ya les da lo mismo desvivirse por mantener las cosas en niveles aceptables que simplemente no hacerlo.
Eso es lo que pasó ayer, cuando frente a los bloqueos que ahogaron a la capital oaxaqueña, ninguna autoridad, ninguna, tuvo el valor de pararse frente a los ciudadanos para auxiliarlos en su desesperación. Nadie, salvo un puñado de agentes de tránsito que hicieron lo que pudieron, decidió salir a dar la cara frente a los excesos que estaban cometiendo los maestros y el vía crucis que estaban pasando los ciudadanos para poder llevar a cabo sus actividades con relativa normalidad.
Derechos y “tradiciones”
Hemos malentendido de forma grave los derechos que nos asisten como particulares, los derechos que tienen los grupos o las personas para manifestarse, y los deberes que tiene el Estado frente a este conjunto de hechos. El asunto no es menor: los grupos organizados tienen el derecho constitucional de protestar, pero sin sobrepasar los límites que le impone la propia Constitución.
A su vez, nosotros como ciudadanos tenemos todas las libertades, todas, que nos concede por enunciación y por omisión de prohibición, la Constitución de la república. Uno de esos derechos inherentes, básicos, es el de poder gozar libremente de todos los derechos que tenemos reconocidos.
En eso falla gravemente el Estado. En nuestra sociedad resulta que el gobierno está decidido a proteger el derecho de quienes nos agreden, y de justificar su actuación como una forma de “tradición”. Para efectos prácticos, esa “tradición” de protestar y lastimar el derecho de la colectividad a vivir en un Estado de derecho, sería tanto o más grave que impedir, por tradición, que las mujeres gozaran de los mismos derechos que los varones, o caer en un estado de segregación en el que ciertas condiciones, en este caso las políticas y las gremiales, fueran las que determinaran si uno es capaz de gozar o no de un derecho tan básico, como lo es el del derecho a la tranquilidad y a la legalidad.
Lamentablemente no nos queda mucho. La Sección 22 apenas está comenzando sus escaladas y seguramente en las semanas siguientes se irán incrementando. La lucha por sus posiciones políticas estará pronto en condiciones de rebasar cualquier condición local. Y mientras, los oaxaqueños no debemos resignarnos a ser víctimas colaterales de esa situación, y tampoco darnos por satisfechos con una posible decisión de los maestros de ir a protestar a la capital de la república. Los oaxaqueños somos tan mexicanos como los habitantes de la capital del país. Ni siendo aquí o allá las protestas, deberíamos estar contentos porque algo así ocurra.
Los tiempos que vienen no parecen fáciles. Sin embargo, son doblemente pesarosos porque no sólo corroboraremos que vivimos en una tierra en la que manda el magisterio, sino que además constataremos que no nos queda un solo resquicio de esperanza ante un gobierno que está dispuesto a solapar todo hasta el final de sus tiempos.
¿Y Peña Nieto?
No minimicemos que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto pueda llegar a la mitad de su administración sin venir a Oaxaca. No viene y no refrenda el pacto federal. La federación más bien repudia a nuestra entidad por el tema magisterial. Y todos pagamos las consecuencias. Este es otro rasgo más de que los ciudadanos de a pie, todos, estamos cada vez más lejos de la atención y las respuestas que esperamos.
Foto: Sección 22
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