eloriente.net

24/noviembre/2014

Por Adrián Ortiz Romero

Silencio, reflejo de luto por entrega del país

Seguramente es una coincidencia. Pero ni siquiera en los gobiernos panistas se había cancelado una celebración del aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, y esto vino a ocurrir justamente el año en el que se consolidó la reforma energética a manos de un gobierno priista. Aunque es uno de los temas que ya parecen olvidados en nuestro contexto actual, resulta que en los alrededores de la lucha revolucionaria hubo varias causas ligadas con el tema del manejo de los energéticos en el país. Por eso, aunque sea una coincidencia, parece que justo en el momento en el que se decretó la reforma petrolera en el país también se cancelaron las conmemoraciones del 20 de noviembre.

En efecto, apenas un día antes de la conmemoración del inicio de la Revolución Mexicana, el gobierno federal decidió cancelar el desfile del aniversario debido a las grandes movilizaciones que se tenían planeadas con motivo de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Desde el miércoles en la noche comenzó el desmantelamiento de las gradas y vallas que ya habían sido colocadas en la plaza de la Constitución. Y según informaba el diario 24 Horas, el presidente Enrique Peña Nieto encabezaría, en Campo Marte y en un acto cerrado, la entrega de ascensos a la Fuerzas Armadas en el marco de la conmemoración del 104 aniversario del acontecimiento mexicano. El desfile se tenía planeado para que recorriera del zócalo capitalino al Monumento del Caballito de Tacuba, en el Distrito Federal.

Ahora bien, en otro ámbito, quizá muchos no terminemos de entender en qué consistió la reforma energética en cuanto al petróleo. En ese sentido, la reforma y sus leyes secundarias hoy en día permiten que empresas privadas, nacionales o extranjeras, inviertan en México en la exploración y explotación de hidrocarburos: petróleo, gas y sus derivados. Desde la expropiación petrolera de 1938 estas actividades eran exclusivas del Estado.

El gobierno federal afirma que el país mantendrá la soberanía sobre sus recursos, puesto que la Constitución indica que la propiedad de todos los hidrocarburos corresponde a la nación de forma «inalienable e imprescriptible». Para la izquierda, por el contrario, estas medidas implicarán que México ceda a particulares el control de bienes estratégicos para su futuro.

Ahora bien, la manera en la que las empresas privadas podrán participar en la exploración y explotación de hidrocarburos será la celebración de contratos con el Estado. Estos contratos podrán ser de licencia, de servicios y de utilidad o producción compartida, y serán asignados a través de licitaciones por la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), uno de los dos órganos reguladores del sector. Los partidarios de la reforma dicen que uno de los mecanismos que garantizarán la transparencia de estos contratos será que, cada mes, la CNH deberá publicar «el número de contratos para la exploración y extracción que se encuentren vigentes, así como sus términos y condiciones», según la nueva Ley de Hidrocarburos.

La misma Ley de Hidrocarburos contempla la posibilidad de que el área contractual otorgada a un particular abarque terrenos en poder de un propietario. En ese caso, para poder iniciar sus actividades, el contratista tendrá que llegar a un acuerdo con el dueño de la tierra, ya sea de compraventa o para permitir el uso por medio de las figuras de servidumbre legal, ocupación temporal o afectación superficial.

Y en relación con el punto anterior, la ley también abre la puerta a la explotación de gas de esquisto o shale, que se obtiene mediante una práctica conocida como fractura hidráulica o fracking. Esto consiste en perforar la tierra e introducir agua y químicos a presión para sacar el hidrocarburo.

SÓLO INTERESES

Visto todo lo anterior, ahora hay que considerar lo siguiente: que detrás de todo lo que movió a la Revolución Mexicana se encontraba el siempre presente, apetitoso y dañino dinero e intereses económicos de los Estados Unidos de Norteamérica. Debe saberse, como contexto, que cuando llegó Porfirio Díaz a la presidencia de la república, encontró las arcas nacionales vacías, a una nación hambrienta y una necesidad enorme de comenzar el proceso de desarrollo de un país que llevaba más de setenta años sumido en recurrentes guerras, cuartelazos, y que apenas en medio siglo de existencia como país se había enfrentado a dos intervenciones de potencias extranjeras.

El general Díaz, ya como presidente, sabía que México no tenía dinero pero sí grandes riquezas qué ofertar a los países industrializados. Así comenzó la entrada de divisas, cuando el gobierno de México autorizó a empresas extranjeras la construcción de vías de ferrocarril, obras de electrificación y el mejoramiento de las comunicaciones y vías terrestres. Todo eso lo hicieron empresas extranjeras, particularmente provenientes de los Estados Unidos de Norteamérica, aunque no gratis. Todo fue a cambio de las enormes concesiones petroleras que el gobierno otorgó a empresas yanquis para la explotación libre del petróleo mexicano en la huasteca y otras regiones del país.

Al pasar de los años, el general Díaz se dio cuenta que el potencial económico de las empresas estadounidenses era, dentro y fuera de los Estados Unidos, más poderoso que el del propio Estado. En EU, el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt, había comenzado una cruzada para contener la fuerza económica y el potencial político de los “trust” petroleros que ya comenzaban a amenazar su administración. Díaz, en México, tenía que hacer lo mismo.

INTRIGAS

Así que el general-presidente comenzó a estimular las inversiones inglesas en los cambios que durante tres décadas fueron exclusivos para la explotación de los estadounidenses. Al pasar del tiempo esto generó el enojo de los norteamericanos quienes, desde las empresas petroleras, comenzaron a auspiciar a los enemigos naturales de Díaz —Madero, entre ellos— para que incitaran a una revuelta social que lo derrocara del poder y fueran los petroleros y no los propios hombres mexicanos, quienes decidieran el futuro de la nación. Todo esto puede volver a ocurrir. Por eso es una casualidad terrible que justo el año en el que se abrió la industria petrolera al capital extranjero se hayan cancelado las actividades por la Revolución, como si voluntaria o involuntariamente se quisiera liquidar esa parte de la historia.

Revolución

Foto: en.wikipedia.org

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