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4 de marzo de 2015

Por: Ana Luisa Nerio Monroy

04 de marzo de 2014

En el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fecha que no está pensada para que nos regalen flores o nos feliciten sino para reivindicar los derechos humanos de todas las mujeres, dedicaré este texto a dos grupos de mujeres que se encuentran en los extremos del ciclo de la vida: las niñas y las mujeres adultas mayores. Y es que de la infancia hasta la vejez, muchas mujeres se enfrentan a la discriminación y a las continuas violaciones de sus derechos. En ambos grupos de la población convergen dos causas de discriminación: género y edad.

En general, niñas, niños y adolescentes no son concebidos como titulares de derechos en nuestro país y eso lo refleja la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010 (ENADIS), elaborada por el Consejo para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) que indica que el 3.6 por ciento de la población considera que las niñas y los niños no tienen derechos por ser menores de edad; y el 27.6 por ciento considera que deben disfrutar de los derechos que sus padres les quieran otorgar. Estas concepciones se ven reforzadas  en el caso de las niñas en gran medida por la visión machista que aún impera en nuestro país.

Las niñas y adolescentes (personas menores de 18 años) han sido durante años víctimas de una doble discriminación: por su edad y por ser mujeres. Su situación había estado invisivilizada hasta hace pocos años en los estudios de género y dentro de las teorías feministas. Lo anterior está cambiando ya que la realidad nos ha obligado a volver la mirada hacia este grupo de la población. Muchas niñas y adolescentes no tienen acceso a oportunidades de estudio, son víctimas de violencia de género, de trata, trabajo infantil, abusos sexuales, feminicidio y otras violaciones a sus derechos humanos justo por su condición de género. Al ubicarse dentro de la etapa de la infancia y adolescencia  pueden encontrarse en una condición de vulnerabilidad mayor.

En México tres de cada diez mujeres tienen menos de 14 años; datos de 2013 indican que hay 19.8 millones de niñas en nuestro país. Del total de población femenina de 0 a 17 años, más de la cuarta parte (27.5 por ciento) son niñas menores de cinco años, 55.8 por ciento tienen de 5 a 14 años y 16.7 por ciento son mujeres adolescentes de 15 a 17 años.[1]

Por entidad federativa, destacan Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Puebla, ya que son estados en los que las niñas y las adolescentes representan más de 34.5 por ciento de la población femenina de la entidad. Sobresalen además por ser entidades con una presencia importante de pueblos indígenas, en los cuales, en algunos casos todavía existen usos y costumbres que excluyen a las niñas de oportunidades educativas y de desarrollo, que influyen en matrimonios y embarazos a temprana edad.

En materia de trabajo el 6.8 por ciento de las niñas y las adolescentes realizan alguna actividad económica. Más de la mitad de ellas (58.2 por ciento) cubren una triple jornada: trabajan, realizan labores del hogar y estudian. El 31.7 por ciento trabaja y realiza quehaceres domésticos pero no asiste a la escuela. Una de cada cuatro cubre jornadas que en suma superan 34 horas a la semana. Laboran en comercios establecidos, el comercio informal y labores artesanales.[2]

Una de cada diez niñas y adolescentes que trabaja, lo hace como empleada del hogar y de cada 10 empleadas del hogar, ocho tienen entre 5 y 15 años. Este campo laboral no está regulado, por lo que se presentan muchas violaciones a los derechos humanos como: jornadas de trabajo de más de ocho horas, bajos salarios o ningún salario, explotación laboral, se limita o se impide ejercer el derecho a la educación, no se dan vacaciones, no hay seguro médico; se realizan actos de discriminación, maltrato, acoso y violencia sexual.

La violencia contra niñas y adolescentes tiene su forma más extrema en el feminicidio. Tan sólo en el estado de Nuevo León, 77 niñas fueron asesinadas entre enero de 2000 a diciembre de 2013. De ellas, 18 niñas se encontraban entre 0 y 4 años de edad; 9 niñas entre los 5 a 9 años; 10 niñas de 10 a14 años y 40 adolescentes de 15 a 17 años de edad.[3] Datos dados a conocer en 2011 indican que en el 2009, un 5.7 por ciento (105 casos) de las víctimas tenían de 0 a 5 años de edad; un 7.4 por ciento (31 casos) eran menores de 10 años; mientras que un 10.5 por ciento (57 casos) se encontraba por debajo de los 15 años.[4]

Frente a lo que pasa con las niñas y adolescentes del país tenemos el otro extremo del ciclo de la vida: las mujeres adultas mayores, (más de 60 años). El Censo Nacional de Población (2010) señala que la población  total del país es de 100 millones 055 mil 379 personas y de éstas, el 9.6 por ciento son PAM.

En México hay 100 mujeres por cada 87 hombres mayores de 60 años, lo que ya nos indica una tendencia poblacional y sobre la esperanza de vida. Hay más mujeres adultas mayores y viven más. Esa buena noticia se ve empañada por una cuestión fundamental. No todas viven de manera plena y muchas tienen limitado su acceso y ejercicio efectivo de sus derechos humanos. La ENADIS señala que las personas adultas mayores ubican como sus principales problemas el acceso al trabajo y a los servicios de salud; así como la discriminación y maltrato.

El Instituto Nacional de Geriatría indica que de los adultos mayores de 60 años en México, 74.4 por ciento saben leer y escribir un recado; por lo tanto el 25.60 por ciento no puede hacer esto. Pensemos que si poco más de la mitad son mujeres, hay un grave problema de educación que ha afectado durante toda su vida sus oportunidades de desarrollo. Además 958 mil 259 adultos mayores son hablantes de lengua indígena, de los cuales 573,475 (casi 6 de cada 10) son analfabetos. Nuevamente, si consideramos que poco más de la mitad de éstos son mujeres, ya vemos quienes son las más excluidas entre las excluidas.[5]

El 7.6 por ciento de las mujeres adultas mayores son solteras, 46.4 están casadas o unidas y el 47.0 por ciento ha estado casada o unida. El 45 por ciento de las mujeres adultas mayores señala que sufrió algún tipo de violencia por parte de su pareja. La violencia contra las mujeres adultas mayores y contra las PAM en general es uno de los problemas y retos más importantes que enfrenta el estado y nosotros como sociedad. Debido a su condición de vulnerabilidad por su edad y condición de salud, muchas mujeres sufren de maltrato y violencia en sus hogares, ya sea por parte de sus cuidadores o de familiares.[6] El despojo de sus ingresos o patrimonio es otra de las contantes que se observan.

Mujeres Imagen licencia cc Hernan Piñera

Uno de los derechos más violentados y que preocupa a las mujeres adultas mayores es el de la salud. No existe una cobertura universal de servicios de salud para las mujeres y en diversos momentos ellas han señalado maltrato y trato déspota o grosero por parte de quienes las atienden en los diversos sistemas de salud público. El 27.4 por ciento del total de PAM no tiene ningún tipo de derechohabiencia para acceder a servicios de salud, por lo que un amplio número de mujeres adultas mayores se encuentran sin acceso a atención médica y medicinas[7]. A esto debemos sumar que el 20.7 del total de PAM tiene alguna discapacidad; es decir, poco más del 10 por ciento de las mujeres adultas mayores viven con algún tipo de discapacidad, lo que en un país sin infraestructura adecuada, sin calles, hospitales, servicios públicos, transporte, y un largo etcétera, que no están diseñados ni adaptados para las personas con discapacidad, la exclusión y discriminación se agrava.

En materia del derecho al trabajo el 19.7 por ciento de las mujeres adultas mayores tiene un empleo formal pero el 54.4 por ciento trabaja en el sector informal. En el caso de las primeras se enfrentan a violaciones como la discriminación laboral y la precarización del empleo; para las segundas la informalidad implica inseguridad económica, ausencia de prestaciones sociales (incluyendo los servicios de salud) y condiciones de trabajo muy duras.

En ambos casos, niñas y mujeres adultas mayores se presentan problemas de estigmatización y estereotipos de género que afectan su acceso y ejercicio pleno de derechos humanos. El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, nos recuerda que en México y en el Mundo seguimos bajo el reto de lograr que de la infancia a la vejez todas las mujeres vivan de manera digna, libres de violencia, y en el ejercicio pleno de sus derechos. Lo anterior no es tarea sencilla pero es claro que la educación (formal y no formal, en la casa, la comunidad y en las aulas) es una herramienta para ello. Las políticas públicas elaboradas con enfoque de género y de derechos de la infancia son otra parte importante para generar las condiciones y garantizar el acceso a oportunidades que las mujeres requieren.

@aluisanerio

[1] INEGI, Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Niña 2013, en http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Contenidos/estadisticas/2013/ni%C3%B1a0.pdf

[2] Ibídem.

[3] Red por los Derechos de la Infancia en México, (REDIM) Informe Alternativo sobre Situación de Garantía de los derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en México. Aplicación de la Convención de los Derechos del Niño, México, 2014 página 41.

[4] CNN, “Llama legisladora a atender feminicidios de niñas; hubo 319 casos en 2009”. En http://mexico.cnn.com/nacional/2011/08/23/llama-legisladora-a-atender-feminicidios-de-ninas-hubo-319-casos-en-2009

[5] Instituto de Geriatría, Numeralia. Personas adultas Mayores, presentación disponible en http://bvs.insp.mx/articulos/8/numeralia_envejecimiento_2012.pdf

[6] INEGI, Estadísticas a propósito del día Internacional de las Personas de Edad, 2014, en http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Contenidos/estadisticas/2014/adultos0.pdf

[7] Instituto de Geriatría, op.cit.

Publicado por Enfoque DH

 

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