(www.eloriente.net, México, a 1 de febrero de 2016, por Jorge Pech Casanova).- El escritor y académico Manuel Matus Manzo publicó a fines de 2015 el volumen Antología del cuento oaxaqueño en la colección Las Quince Letras del Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, que incluye a 20 autores del siglo XIX, XX y XXI. Hace tiempo que estaba pendiente contar con una selección comprehensiva de la narrativa breve en Oaxaca, y este título de la colección (que ha rescatado interesantes muestras olvidadas e inclusive extraviadas de la literatura oaxaqueña) es un intento apreciable por restituir a la memoria colectiva un conjunto de narraciones cortas diseminadas en las obras de sus diversos autores, algunas inaccesibles desde hace años.

El compendio reunido por Matus Manzo tiene la ventaja de no circunscribirse solamente a autores locales: comienza con dos importantes prosistas que nacieron en el siglo XIX pero contribuyeron a forjar la literatura mexicana e inclusive latinoamericana del siglo XX: Ricardo Flores Magón y José Vasconcelos. Enseguida vienen un par de ejemplos de la narrativa de la segunda década del siglo XX, tan contrastantes como notables: las memorias oaxaqueñas del gran novelista David Herbert Lawrence y las reelaboraciones de la tradición oral zapoteca de Andrés Henestrosa. En la línea de Henestrosa puede inscribirse también el relato de Gabriel López Chiñas, publicado por primera vez en 1940; a este tradicionalista se agrega un relato de la revolución de Enrique Othón Díaz, novelista que publicó obras de denuncia social en la década de 1930.

Con Italo Calvino y su hermoso cuento Bajo el sol jaguar, la antología da un salto temporal a la década de 1970, además de situarse en la perspectiva de un autor extranjero notabilísimo. Los ejemplos narrativos que el antologador sitúa después de Calvino, Javier Meneses de Gyves y Macario Matus, parecieran un retroceso, pues reflejan concepciones narrativas propias de la literatura costumbrista de principios del siglo XX (en Meneses de Gyves, quien comenzó a publicar en 1975) o de la crónica antropológica de la década de 1930 a 1940 (en el caso de Macario Matus, quien inició su carrera literaria al comenzar la década de 1970).

Mucho más avanzado en recursos literarios y perspectiva vital, Gerardo de la Torre figura con dos relatos que no distan de sus novelas de testimonio social, una línea que ha mantenido y enriquecido desde su primera novela aparecida en 1970.

El recientemente fallecido académico de la lengua y polígrafo zapoteco Víctor de la Cruz figura en la antología con tres relatos de corte tradicionalista, uno de los cuales es una curiosidad antropológica porque reelabora por escrito la narración oral de otro creador oaxaqueño, el tejedor y pintor Arnulfo Mendoza.

La última sección de narradores recopila diferentes ejemplos de autores vivos, desde la magnífica prosa evocativa de Fernando Solana Olivares, la sátira social de Israel Castellanos, un ejemplo de humor negro futurista de Abelardo Gómez Sánchez, la poética narrativa de Robert Valerio (autor inglés que escribió en excelente español y murió prematuramente), la fantasía sutilmente lúgubre de Azael Rodríguez, la reconstrucción biográfica de Víctor Armando Cruz Chávez, y la narrativa erótica de Cuauhtémoc Peña Vásquez.[1]

Pueden objetarse varias omisiones a esta antología, comenzando por la de un resumen biográfico de los autores compilados. Tal cronología añadida a un apunte bibliográfico nos ayudarían a situar en contexto histórico a los narradores incluidos, a fin de permitirnos apreciar las diferencias enormes que se dan entre autores de una misma época. Baste confrontar la dispersa y copiosa obra periodística de Flores Magón frente a la aún más abundante pero bien organizada de Vasconcelos. O las diferencias evidentes entre autores extranjeros de perspectiva internacional como Lawrence y Calvino, frente a las de tradicionalistas como Henestrosa, López Chiñas y Macario Matus.

Aprovecho que la licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas Nidia Rosales Moreno –en su deficiente comentario “#CLUBDETOBI. Una antología del cuento oaxaqueño sin escritoras”, inserto en el sitio electrónico de Tierra Adentro– embate contra la Antología del cuento oaxaqueño, a causa de la ausencia de autoras en esa compilación, para señalar faltantes sensibles de este recuento, y señalar al mismo tiempo la pobreza del argumento que Rosales Moreno enarbola contra el volumen antológico de Matus Manzo.

El reclamo de la licenciada Rosales es atendible si consideramos que no figura en la antología en cuestión la autora Patricia Cox, nacida en Oaxaca en 1911 y fallecida en 1999 en la Ciudad de México. Cox escribió principalmente novelas históricas como Batallón de San Patricio (1954), Alconedo, artífice de la insurgencia (1955) y El secreto de Sor Juana (1971), además de cuentos y crónicas como las que conforman los volúmenes Amanecer (1946) y Ese pequeño mundo (1960). Tampoco figura en esa antología de cuentistas una autora contemporánea como Guadalupe Ángela Ramírez, nacida en la capital oaxaqueña en 1969, autora de varios libros de poesía y de un delgado volumen de relatos muy breves titulado Cuchillitos (2009).

Sin embargo, el reclamo de Rosales Moreno hace caso omiso al aspecto literario y se lanza a una vehemente denuncia del acoso y la invisibilización que sufren las mujeres en una sociedad machista como la mexicana en general, y la oaxaqueña en particular. No se puede negar ese aspecto negativo en una entidad en donde, entre los años de 2010 a 2015, los feminicidios han alcanzado la atroz cifra de 406 (dato difundido por la asociación civil Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad de Oaxaca en julio de 2015).

Sin embargo, la comentarista, al mezclar aspectos divergentes de la realidad, trata de demeritar con quejas simplistas una compilación que reúne trabajos de autores reconocidos que no son compadres ni cuates del compilador, como pareciera dar a entender en su comentario Rosales Moreno cuando acusa: “La presentación del libro estuvo a cargo del editor, del compilador y del hijo de uno de los antologados, dueño de la galería donde se dio este encuentro”. Si bien hizo falta la voz de mujeres en la discreta presentación, esa carencia en un acto social no anula la investigación hecha por Matus Manzo para reunir en la antología obras de autores reconocidos por la crítica nacional, como Flores Magón, Vasconcelos, Henestrosa, de la Torre, de la Cruz, Solana Olivares y Valerio. ¿O podríamos acusar al compilador Matus Manzo de compadrazgo con D. H. Lawrence o Italo Calvino, por incluirlos en la antología?

Otros autores abarcados por la antología y difuntos desde hace años (como Flores Magón, Vasconcelos, Henestrosa y Valerio), son Gabriel López Chiñas, Enrique Othón Díaz y Macario Matus (sin parentesco familiar con el compilador). De otros antologados por Matus Manzo no se pueden alegar simples razones de cuatismo, pues su calidad literaria ha sido reconocida en publicaciones nacionales y locales. Me refiero a Israel Castellanos, Abelardo Gómez, Víctor Armando Cruz Chávez y Cuauthémoc Peña Vásquez, quienes forman parte del panorama vivo y dinámico de las letras nacionales. Elena Poniatowska, por ejemplo, prologó el primer libro de cuentos de Peña Vásquez.

Sin embargo, es imprescindible señalar que en la antología compilada por Manuel Matus faltan otros autores que debieran aparecer: Malcolm Lowry, quien entre sus escritos tiene uno, “Jardín de Etla”, sin traducción aún al español, germen de la extraordinaria novela Bajo el volcán; Jan Gabrial, ex esposa de Lowry que lo abandonó en Oaxaca, escribió un excelente relato aún no traducido al español sobre su relación con el alcohólico novelista en la capital oaxaqueña (“Not without a Bang”); Rogelio Barriga, novelista oaxaqueño, en sus novelas entrevera pequeños cuentos tradicionales que pueden leerse como relatos autónomos; Rafael Bernal, el autor de El complot mongol, situó uno de sus mejores cuentos policiacos en Monte Albán y en la ciudad de Oaxaca; Leonardo da Jandra, personaje de cuestionables conductas, ha escrito numerosos relatos y algunas novelas de calidad incuestionable sobre Oaxaca; Mario Molina Cruz, polígrafo zapoteco de la Sierra Juárez, tendría que figurar en la antología con alguno de los relatos de su libro Cuentos de Lachibeyid; Juan Pablo Vasconcelos, joven autor cuyo primer libro de cuentos, Alevosía, apareció en 2000; Víctor Vásquez Quintas, narrador cuya obra cuentística Últimas anotaciones dio a conocer la editorial Tierra Adentro en 2009; Tryno Maldonado, notabilísimo narrador zacatecano, es autor de un volumen de cuentos sobre Oaxaca aún inédito, que se desprende de su novela Teoría de las catástrofes. El propio antologador Manuel Matus ha publicado numerosos relatos cortos, además de novelas, que pudieron incluirse en este tomo, pero el académico resistió la tentación de auto-antologarse. Otros autores de prestigio –como Richard Ford, José Agustín y Marcela Serrano– han escrito novelas que suceden en Oaxaca, pero debemos recordar que la antología de Matus Manzo está dedicada al cuento. Añadiría que en la antología de Matus Manzo merecería figurar una muy joven autora oaxaqueña, Cadelaria Ramales, cuyo cuento Un cuarto para jugar es quizá uno de los más estremecedores que se han escrito en los últimos años en suelo de Oaxaca.

Hay más autoras que han publicado libros de relatos en Oaxaca –como Pilar González Basteris, María de Jesús Velasco y Estela Bennets–, cuya aportación literaria es dudosa. Sin embargo, ante el reclamo que hace la licenciada Rosales Moreno sobre la invisibilización de los cuerpos por el silenciamiento de las voces, sería recomendable revisar a estas autoras para evaluar si contienen valores literarios más allá del carácter puramente testimonial de sus textos. ¿Y qué decir de las numerosas instancias de literatura oral distribuidas entre los aproximadamente ocho idiomas indígenas que se conservan realmente vivos en Oaxaca? Habría que hacer una recopilación de narradoras mixtecas, zapotecas, ayuuks (mixes), chinantecas, chontales, ikoots (huaves), mazatecas, triquis y otras que nunca han tenido la oportunidad de figurar como creadoras literarias por la triple discriminación de género, étnica y lingüística. Al menos una de estas autoras, la escritora ayuuk Margarita Cortés, ha elaborado y publicado un interesante relato (escrito en lengua ayuuk y en español) sobre una de las tradiciones fundamentales de las culturas originarias de Oaxaca: la saga del llamado rey Konk Oy, fundador de los linajes ayuuk.

Señalamientos de esta naturaleza, con precisiones necesarias sobre autoras con suficiente obra publicada, es lo que uno esperaría en la crítica a una antología, y no lamentos por situaciones extra literarias que no está en las manos del antologador resolver. Hasta donde sé, no hay investigadora o autora en Oaxaca que asuma la urgente tarea de rescatar las voces de las mujeres en la narrativa oaxaqueña. No he visto a autoras de Oaxaca (ni en el comentario de Nidia Rosales) rememorar que la novelística en el estado comienza en 1911 con la obra de una mujer, Francisca Betanzos: La peña del infortunio. Pero este aporte de la primera novelista local sí lo consigna Manuel Matus en su amplio estudio sobre la literatura oaxaqueña publicado en 1998.

En la vertiginosa competencia por figurar en las escasas ediciones que se publican en Oaxaca, ninguna investigadora ni autora ha formulado la necesaria primera antología amplia de escritoras oaxaqueñas, acaso porque la tarea de una compilación de este tipo requiere algo más que leer hashtags del #CLUBDETOBI. Dudo que alguna editorial seria no se apresure a difundir un material de esta naturaleza, siempre y cuando sea una auténtica investigación literaria y no un vehículo para hacer figurar a las cuatas y a las comadres de quien o quienes se sienten relegadas por la antología de Manuel Matus.

[1] El autor de esta reseña también ha sido incluido en la antología (considero que innecesariamente) con un texto de narrativa simbólica muy breve.

Acerca del autor

Jorge Pech Casanova (Mérida, Yucatán 1966). Ensayista, poeta, narrador y crítico de arte. Entre sus obras se cuentan Leyendas de Oaxaca (Ayuntamiento de Oaxaca, 2011) y la antología de narradores, poetas, ensayistas y dramaturgos de Oaxaca y Yucatán Fibras de agave (Secretaría de Cultura de Oaxaca, 2010). Recientemente contribuyó con varios ensayos, un cuento y la traducción de un ensayo de Neil Pyatt al libro de arte dedicado al pintor Maximino Javier Del júbilo a la pasión (Black Coffee Gallery, 2015).

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