«Entonces me deshojé, hasta que enuncié en Paseo de la Reforma: estoy lista para volver a vivir una canción de amor. Un poco con soberbia y ternura. Pero ahí me di cuenta que retoñé», Vania Rizo.
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Por: Vania Rizo
“Un viaje de mil millas
comienza con un solo paso”.
Lao-Tse
Lo que vuelve siempre al mismo lugar. Es una de las primeras definiciones que dio Jaques Lacan acerca de lo que llamamos realidad. Y yo he tenido la ventura de volver siempre al amor.
No comprendía los saltos de fe que implican los finales y los comienzos. Hasta que no tuve más alternativa que seguir caminando, en cuerda floja; atravesando el incendio, sintiendo el dolor, asimilando la pérdida.
Si pensamos en la lógica de los sistemas, es necesario el caos para el orden, el desajuste para el equilibrio. Necesitamos la muerte para el sentido de la vida.
Entonces me deshojé, hasta que enuncié en Paseo de la Reforma: estoy lista para volver a vivir una canción de amor. Un poco con soberbia y ternura. Pero ahí me di cuenta que retoñé.
“El río sabe que llegará al mar, el árbol siente la próxima primavera, los pájaros descansan en la certeza que amanecerá otra vez”.
El nuevo brote refrescó lazos, trajo nuevas amistades. Recordé lo sencillo, lo sagrado de lo incondicional. Me conduje al lugar correcto.
Es en dicho presente, cuando se apareció de pronto, uno de los Ángeles. Se presentó profético; inquieto pero seguro, con ojos entusiastas, con fuego.
Se metió en mi cama y luego a mis sueños. De inicio me aterró su cercanía, pero después su abrazo se convirtió en afecto y me di cuenta que veníamos del mismo planeta.
En la película “Me llamo Chihiro” del director Rikiya Imaizumi, el personaje principal cuenta que uno de sus clientes, le explicó: “dicen que todos somos humanos y que todos somos iguales. Pero en realidad, todos venimos de diferentes planetas a este. No es extraño que no nos podamos entender”.
Chihiro entonces reflexionó que, en esta experiencia humana, podemos ir encontrando a los nuestros, a los extraterrestres del planeta del que venimos.
Quizás desde que me acerqué a su entorno, al taller de su familia, resonó en mí, la espiral del asombro. Un conjunto de principios y magia que me envolvieron, gracias a la cadencia de mi naturaleza exploradora.
Dar el primer paso para un camino corto o de mil millas, es vital para formar constelaciones, para que suceda la canción.
“Nada sucede de repente, solo saltamos de pronto cuando se tiene tiempo preparando el vuelo”.
Y otra vez, terminar para volver.
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