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3 de noviembre de 2017

Por Vania Rizo

Al hablar del Patrimonio de la Humanidad, título conferido por la UNESCO, podemos mencionar lugares específicos en el mundo que han sido seleccionados por el programa, para su catalogación, preservación y difusión, con el fin de una herencia común de la humanidad.

Pero es hasta los años 90 que surge un concepto que se enfoca en temas esencialmente culturales, denominado Patrimonio Cultural Inmaterial. Concepto que incluye atención en las tradiciones y que en México el Día de Muertos forma parte de esa lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El día de muertos en mi país, México. En el querido Oaxaca de mi padre, lugar de mi nacimiento, la tradición es fuertemente sentida, ya que considero es una tradición que expresa una cultura auténtica, que nace de lo profundo y común, que es tratar de comprender el binomio vida-muerte.

La practica ritual, de raíces indígenas (precolombinas) y que actualmente conviven con una tradición católica, son una serie de acciones que se llevan a cabo con el fin de honrar y ser los anfitriones de nuestros difuntos.



La celebración a nuestros seres queridos que ya partieron, tienen lugar cada año a principios de noviembre porque es un periodo que marca el final del ciclo anual del maíz, que es el cultivo predominante en el país, base de la alimentación mexicana.

En este lapso de tiempo, se dice que los difuntos se les permite estar de visita unos días en el plano terrenal, que al saberlo, creamos un altar con alimentos, bebidas, flores de la temporada como cempasúchil, cresta de gallo, velas, copal o incienso para guiar a las almas, y algún adorno alusivo para inyectarle más color.

Celebrar es honrar, dotarse de calidez al recordar. Reconectar con esas tradiciones de origen indígena, tan espirituales, remitiéndonos a un Mictlán (reino de los muertos), a Dioses que reciben almas, según la causa de la muerte, es acercarse a un cúmulo de cosmovisiones culturales que nos pueden dar respuesta y significado.

La muerte no es ausencia, es una etapa esencial para un orden vital. Sin embargo nadie está exento del dolor que causa ver partir a un ser querido, con el que compartiste momentos, vida, amor. Esa etapa para sentir, aceptar que nunca más lo verás enfrente de ti, con su vehículo precioso e incluso la negación de la propia pérdida, se llama duelo.

Duelo, del latín duellum que significa combate o guerra, es un proceso que vivimos de manera constante porque a cada momento estamos recibiendo pero también despidiendo, todo naturalmente cíclico. Hay duelos evolutivos, propios de transiciones de la edad, otros que son sociales y por supuesto el más difícil, que es la pérdida de un ser amado con el que desarrollaste un lazo único.

Es precisamente el duelo más doloroso y confuso, el que lleva al arte, a esa representación iconoplástica de la visión de los pueblos acerca de la muerte. El día de muertos puede ser visto como una oportunidad en el cual podemos convivir con la familia y amigos, acompañándonos en la oda de la vida. O en su caso escuchándonos a través de esa energía certera que se genera al recordarnos nuestro destino común y cómo decidimos vivir antes de llegar a él.

Finalmente, la muerte es la savia de la vida, tratemos de estar presentes con los que amamos, expresándonos creativamente en vida, aceptando la nostalgia pero construyendo para que exista. Seamos excelsos anfitriones, tal y como nos gustaría ser recibidos.

Anfitriones de nuestros difuntos, en memoria a mi abuela Fide.

altar vania rizo