Foto: Rigoberto PerezCano

 

eloriente.net

1 de diciembre de 2017

Por Vania Rizo

Cada uno tiene la edad de su corazón.
-Graham Greene

Sus años sugieren que la (cosa) se pone mejor. Su historia ya pagó el justo precio para mirar con consejo. Él entiende cada revelación de la edad, ha puesto atención a la sencillez humana. De reojo, por momentos, mira con ego.

El alma vieja siente empatía, como si ya hubiese estado ahí, con todos esos años que suponen mostrarte. Él advierte que la experiencia mejorará, el alma vieja le cree porque de alguna forma, la legitimación de su sugerencia se encuentra en su verdad, en su activo palpitar.



Alma vieja, preciosa de pies a cabeza, enriquecida en cada vuelo, vuelve siempre al origen. Extraña para los coetáneos, exige un nivel superior. Da abrazos con consciencia.

Guiada por su desarrollada intuición, sobre la marcha se enseña, se disfruta, se libera. Alma vieja en encuentro con él. Un punto de inflexión (ambos) precoz y él se responden temas.

El sexo como un pilar, las etiquetas como un referencial y la pauta del amor que un hijo de puta oficializó. Convenir, el verbo entendido, el verbo sentido, alma vieja y él se comunican, hay inspiración.

Él y ella dubitativos, escudriñan el pensamiento acerca del uso y desuso de la moral en turno. El imperativo de apertura y honestidad hace de su reunión una historia sencilla y preciosa. Qué rico es descubrirlos, alma vieja y él, un réquiem a la luz.

Foto: Rigoberto PerezCano
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