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4 de enero de 2018

Por Vania Rizo

Me conmueve sentir que un ciclo está apunto de nacer. Los años son herramientas del tiempo, nos sirven para la disciplina del cambio y ayudan a nuestras consciencias. Cada ciclo es un mensaje de nuestras vidas, que resuena y tiene un efecto global.

Cada Año Nuevo se ha convertido en una referencia de ubicación, una especie de contenedor reconocido donde podemos encontrar inicios, duelos, fuertes alegrías, aprendizajes, des aprendizajes, oportunidades para vivir mejor.

El tiempo desglosado en sus medidas nos invita a vernos, nos hemos transformado física, espiritual y mentalmente. Vemos el cambio en nosotros pero también lo palpamos en el otro. Descubriendo amistades, amores, familia, compañeros o aliados, que nos dan soporte e inspiración para continuar dignamente esta experiencia vital.

En el ritual anual más popular, en el que inclusive, hay una especie de invasión capitalista, se siente una gran concentración de energía que es ambivalente, pero que depende de nuestra sintonización cómo canalizarla. En mi caso, la aprovecho para transmutar, ofreciéndome una versión propia, que me permita sustancialmente, estar en balance, serena.



Cada aniversario tiene sus dosis igualitaria de incertidumbre, de nervios por el natural temor hacia lo que no conocemos, por lo cual, se nos recomienda apuntar al desarrollo de nuestra tolerancia, sobre todo, aquello que no podemos controlar. Porqué lo que sí depende de nuestra voluntad, exige humildad y ganas de poder bajar la consciencia en acción.

Todo comunica, nuestros años, nuestros actos. Nuestras elecciones, las retroalimentaciones que tenemos, los límites, las palabras que dirigimos en promedio, los pensamientos, enfoques, y el bosquejo del rumbo de nuestras vidas. Cada experiencia requiere su fracción de tiempo, hay que recordar porqué se nos dio en gracia, sentidos y un cuerpo. Convivir con la fusión de lados, esos que nos muestran imperfectos pero que no son excusa para una vida mecánica, o exclusivamente salvaje.

Mientras tanto, agradezcamos y honremos cada ciclo. Démosle la bienvenida al que inició y acerquémonos donde el corazón anhele estar, porque una vida lejos de su reconocido fin, es incendiarse cada día.

Vania Rizo videocolumna 5 de enero 2017