Imagen cortesía de Ángeles Cruz. Fuente: N22

La cineasta se define como una “mixteca radical”, desde esta postura satisface la inquietud de contar sus propias historias

(www.eloriente.net, México, por N22/Julio López).- La mujer indígena se ha convertido en el centro de la obra cinematográfica de la actriz y directora de cine Ángeles Cruz. Hasta ahora todas sus historias se desarrollan en su pueblo natal, Villa Guadalupe Victoria, ubicada en San Miguel el Grande, Tlaxiaco, Oaxaca.

Este es un lugar enclavado en la Montaña a 2 mil 500 metros de altura habitado por unas 500 personas que se rigen por el sistema de usos y costumbres, las tradiciones generacionales y culturales vueltas ley. Aquí hay poca cabida para lo nuevo y lo diferente, es ahí donde Ángeles Cruz apunta de manera crítica con su cámara.

“Es como la parte más entrañable de mis historias, trabajar con mi gente, con mi pueblo, con las personas que tenemos la raíz en común y las historias las escribo ahí. Siempre he tenido esa necesidad de hablar desde lo que soy. Desde el retrato de mi comunidad.”

Imagen cortesía de Ángeles Cruz. Fuente: N22

Ángeles se auto defiende como una mixteca radical, no por ser rebelde o renegada, simplemente porque ha a tomado un camino diferente al habitual para las mujeres de su comunidad. En 1988 viajó a la capital mexicana para participar en una manifestación y ya no regresó. Estudió en la Escuela Nacional de Arte Teatral y así dio inició su carrera como actriz.

Recientemente protagonizó Tamara y la Catarina, dirigida por Lucía Carreras. Su interpretación estruja y conmueve, te lleva de la risa al llanto. Da vida a un personaje vulnerable de corazón puro que habita en un lugar hostil, una mujer incomprendida por tener capacidades diferentes.

“Pienso que este cliché en el que nos pueden etiquetar a las personas que venimos de pueblos indígenas, con raíces indígenas y que tenemos una lengua de nuestras comunidades, pienso que muchas veces corremos el riesgo de esos esquemas. Podemos representar con dignidad lo que somos y nuestra lengua y nuestras raíces pero como actrices lo que queremos es romper estereotipos.”

La inquietud de contar sus propias historias llegó en 2011. Sin embargo, se alejó de la idílica imagen de Oaxaca o del campo mexicano, del campesino como un ser bondadoso. Su primer cortometraje iba a girar en torno al abuso infantil.



 

La tiricia o cómo curar la tristeza

Según Early Instituto, en México 9 de cada 10 casos de abuso sexual son cometidos contra mujeres. Y si hablamos de abuso infantil, las niñas son 7 veces más propensas a ser atacadas que un menor. Esta estadística solo toma en cuenta los casos denunciados o que salen a luz. Por eso era importante para Ángeles Cruz hablar de lo que puede suceder en comunidades más aisladas.

“Después de 40 o 50 años alguien me dijo: Es que abusaron de mi de niña. Yo no pude decir nada, me quedé muda. Nada más dije: -¿Estas bien?. Y me respondió: -Sí. Y ya no dije nada.”

La tiricia o cómo curar la tristeza fue la única respuesta que logró sacar desde sus entrañas, una historia que giran en torno a tres generaciones de mujeres violentadas sexualmente. Madres que por miedo u omisión permitían que sus hijas fueran abusadas. Esta es la historia de cómo se rompe este círculo trágico.