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Por RFI

El país andino ostenta la mayor tasa de trabajo infantil de Sudamérica: en Perú un 21% de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años trabajan. Como respuesta a este flagelo, gobierno y ONGs están creando un sello para certificar a las empresas familiares «libres de trabajo infantil».

Café, espárragos, arándanos… Perú quiere que, a partir de 2020, cada vez más productos que el país exporta estén certificados de que no han sido producidos con el trabajo de niños y adolescentes. Para ello, el gobierno ha creado un sello especial, con la ayuda de la ONG Desarrollo y Autogestión.

«Dado que el trabajo infantil en Perú es rural y es en el marco de la propia familia, el Estado nacional difícilmente llega a estas zonas», explica María Gloria Barreiro, directora en Perú de dicho organismo. Las organizaciones de pequeños productores son el foco de esta certificación pública que busca reconocerlos «no por cumplir la ley sino por esfuerzos extraordinarios para prevenir y erradicar el trabajo infantil», subraya Barreiro. «No se trata de que los niños no ayuden en su casa, se trata de trazar esa línea que divide la ayuda en casa, y las actividades formativas y de aprendizaje, de lo que constituye un peligro», detalla.

El peruano Paúl Quezada, representante de una cooperativa de cafetaleros en la zona de Villarrica, espera que con esta certificación los productores mejoren sus condiciones de vida. «Actualmente los precios del café son muy bajos y nosotros no somos muy competitivos en el mercado exterior. Nosotros repetimos a los productores ‘no hagan trabajar a sus hijos, mándenlos a estudiar’ pero con los precios bajos, no les alcanza para que sus hijos vayan a la escuela. Si logramos tener el sello, los clientes en algún momento van a reconocer nuestra labor e incrementar los precios de compra», afirma Quezada.

El objetivo a largo plazo es que los productos con el sello «libre de trabajo infantil» puedan obtener un precio diferenciado en los mercados, como los productos orgánicos.

 

El papel clave de los clientes

En México, un sello similar existe desde 2010. Hoy 178 empresas del sector agrícola están certificadas. «Aquí, el mercado de exportación está demandando que los productos, independientemente de su calidad, tengan acciones para verificar el bienestar de la población, por ejemplo el que no haya trabajo infantil», explica Jorge Montenegro, subdirector en la Secretaría Mexicana del Trabajo. «Esto es el primer incentivo para los empresarios mexicanos.»

Para la directora de la ONG peruana, el papel del consumidor será clave. «Cuando te estás tomando café en París, no sabes si fue producido por niños que dejaron de ir a la escuela o que pusieron en riesgo su salud, por eso también el sello es un llamado a los consumidores responsables», destaca. La ONG reconoce que este sello debe ir acompañado por programas sociales para mejorar la situación económica de los pequeños productores y garantizar el acceso a la escuela de sus hijos.