Arranque del programa Jóvenes Construyendo el Futuro Foto: gob.mx

Llegamos al primer informe de gobierno con la resignación que ofrece la política (esto es lo que hay y nosotros lo elegimos), nueve meses han bastado para desmantelar el Estado Mexicano y cumplir lo que se prometió. Ninguna novedad en la retórica, una narrativa épica sobre el antes, el hoy y el futuro. Somos un país de jóvenes con un rostro cada vez más avejentado que mira hacia atrás y no hacía el futuro, con una 4T que se siente más a retroceso que ha progreso.

Pocos gobiernos han entendido su época y muchos menos han sido visionarios. Los jóvenes de mi generación supimos que la dinámica en la forma de relacionarnos cambió el mundo. Las relaciones con padres, maestros, colegas, jefes y líderes dejaron de ser autoritarias y se volvieron a métodos democráticos. El poder centralizado y vertical, símbolo del autoritarismo lo mirábamos como cosa del pasado en los libros de historia mundial. Al menos eso creíamos.

Cuando se comenzaba a hablar de las grandes oportunidades de los millennials en todo el mundo, dominando la tecnología, detonando una nueva generación de emprendedores, transformando el liderazgo y la forma de hacer política, pronunciándose por los derechos humanos y las transiciones democráticas; los mercados internacionales ponían sus ojos en los jóvenes, grandes empresas modificaban sus procesos de reclutamiento y forma de trabajo atendiendo a las necesidades de esa generación misteriosa, los políticos buscaban formas de cautivar a ese bono demográfico adentrándose en su mundo de las tecnologías y redes sociales. Por su parte los gobiernos un poco mas rezagados, comenzaron lentamente con políticas hacía este sector, principalmente en dos vertientes: innovación en los modelos educativos e impulso al emprendimiento. La idea era básica, dejar atrás el paternalismo para ofrecer herramientas que sirvieran a los jóvenes para crear sus propias oportunidades al enfrentarse a un mundo cambiante.

En México llevó poco más de dos sexenios el incrustar estas tendencias en las políticas de juventud y en la política misma. El pacto por México consiguió una Reforma Educativa que por lo menos en el papel era ambiciosa y progresista, ya no más métodos arcaicos de enseñanza, ya no más contenidos ineficientes para esta nueva realidad mundial. Ese era el sueño.

Por su parte, la creación del Instituto Nacional del Emprendedor en 2013 fue una muestra de confianza a la innovación, creatividad y talento de jóvenes que se aventuraron a hacer una idea realidad y subsistir de ello. Hoy la Reforma Educativa cayó y el INADEM desapareció. En cambio, como nunca antes, se ha destinado recurso publico para crear dos programas juveniles, que dicho sea de paso no están a cargo del Instituto Mexicano de la Juventud: “Jóvenes Construyendo el Futuro” y “Jóvenes Escribiendo el Futuro”. Independientemente de las deficiencias técnicas que presentan estos programas como política pública, por ejemplo, el incentivar la deserción escolar al ofrecer más recurso para Jóvenes Construyendo el Futuro con un apoyo de $3,600 mensuales durante un año, mientras que Jóvenes Escribiendo de $2,400, de los practicantes inscritos en Jóvenes Construyendo el Futuro el 78% tiene una escolaridad mínima de nivel medio superior o menor, lo que significa que tienen la opción de no continuar estudiando; o que tampoco se consideró una perspectiva de género al ser las mujeres jóvenes las más vulnerables a no continuar sus estudios por factores familiares y sociales; o las fallas para dar seguimiento a un padrón de empresas que crece de manera anormal, empresas beneficiarias que no han sido localizadas y contar con subejercicio del gasto como lo anunciara recientemente Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

Si añadimos a todo esto cortar los apoyos a los jóvenes investigadores y científicos como está sucediendo en el CONACYT o el apoyo a deportistas desde la CONADE, estamos repitiendo más grande que se cometió con la generación de nuestros padres: tener solo la opción de buscar un empleo de oficina en una empresa o institución de gobierno, al cuál, por cierto no le alcanzará para cubrir el retiro pues el sistema de pensiones está colapsado. ¡Vaya futuro que estamos construyendo!

Estos “incentivos perversos” como se conoce en ciencias sociales a los estímulos que terminan teniendo consecuencias no deseadas solo son muestra de un problema más profundo, la falta de profesionalización de quien hace de las ocurrencias programas y la falta de profesionalización de quienes los aprueban desde el Congreso. Cualquier decisión que se ejecute como política se convertirá en perversidad si se entrega como dádiva y no se apuesta por fortalecer instituciones profesionales y técnicas que las ejecuten, cualquier apoyo a jóvenes es perverso si no se busca que estos desarrollen sus capacidades para ser, para decidir, para aprender y para emprender.