En un mundo asustado, que dos se amen se convierte en un acto heroico.
Pasan los días y las noticias los tiñen de terror. Una imagen por segundo nos muestra la desconexión y nos sugiere una pandemia. La indignación se ha instalado en los hogares y los que lloran se han convertido en la esperanza de la tierra.
En estos tiempos de sangre, los soñadores se reconocen con mayor intensidad y su fin es envolverse en un beso. La revolución es abrirse para dejarse tocar; con transparencia y vulnerabilidad, con todas las entrañas.
Con tal ambiente, escuchar la voz de quien se ama es lo único que vibra armónico. No quieres alejarte porque sería renunciar de a poco al reencuentro con la vida.
Cuando un ser se enamora y es correspondido, el sistema solar no duda y todo se inspira. Hasta el gruñón vuelve a nacer. Hasta la violencia se desconcierta. Y hasta las mamás te ofrecen postre.
Kilómetros son recorridos, los corazones conducen hacia los aeropuertos. Aún hay motivos para la movilidad y aún hay canciones que se tocan en piano. La magia no se va del planeta hasta que no se marche el último hombre cohete.
¿Pero si hay destino para lo amantes también lo hay para todos esos homicidas de la paz?. Sí, cuando se encuentren en su lecho de muerte, con tranquilidad recibirán la ausencia, sentirán el deseo profundo de saber lo que es amar y en ese mismo instante notarán la prisa que tiene el infarto. Finalmente todo viene de la misma raíz.
Es por eso que ante lo verosímil, se declaran guerras, se fabrican necesidades y se enmarca el miedo. Pero ante el amor, a pesar de su naturaleza ilógica, observo que es lo más real que se puede experimentar, porque amar – y ser amado- siembra a cada instante, es antídoto. Sembrar contribuye a que siga sucediendo la vida, a que los ojos sigan brillando en el mundo. A que tengamos un mejor destino.