Por: Vania Rizo
Cuidar de mi cabello; dejarlo crecer, tenerlo largo. Simboliza para mi: fortaleza, sabiduría y amor.
Eventualmente le confío su trenzado a mi madre. Cuya acción se vuelve sagrada porque mientras teje las fibras de mi cabello, siembra una bendición con el acto de unir.
Confío en ella más que nadie. Siento que mi madre me cuida los frágiles hilos de la vida. Por eso le entrego con fe mi melena.
Con ese mismo cuidado, pienso en el momento que mi madre cocina por el impulso del amor, por procurar que me alimente bien.
Pienso en las fotografías donde nos dan las mano, nos cargan o tratan de calmar un llanto. Pienso en todas las madres; en mis abuelas, tías, primas y amigas.
De mis abuelas he heredado un aliento inquebrantable. Ambas representan para mi: superación. Ejemplos de sueños realizados con perseverancia.
Tengo una blusa color café con negro que perteneció a mi abuela materna y que después pasó a manos de mi progenitora. Me la pongo cuando necesito empuje, belleza y amor incondicional.
La blusa se ha convertido en un amuleto, un objeto por el cual pasan sus cariños y sabiduría cuando no las puedo ver.
Me parece que la intimidad que se puede desarrollar con una mujer que es tu madre, es impresionante. Sospecho que se debe por encontrar en ella, nuestro primer hogar.