Carles Marques-Marcet, Foto Festival de Málaga

Por: Festival de Málaga/ Tamara Harillo

El festival declara su idilio por su cine con el Málaga Talent, que complementa las dos Biznagas que ya ganó aquí. Suponemos que el amor es correspondido. 

Sí, ya es como una relación. Pero es normal, supongo que depende de dónde encuentres gente que apoye tu carrera, al final hay contacto y hay simbiosis. Espero que esta relación siga durando mucho tiempo. 

Sorogoyen,  Arévalo y ahora usted. Este premio lleva tres años reconociendo talentos más que consolidados.

Me hace mucha ilusión estar entre estos nombres. Es un poco raro cuando te dan un premio que parece honorífico cuando acabas de empezar en esto, pero a la vez piensas que en realidad estos son los que van bien porque que te den un premio cuando ya tienes la carrera hecha es más paralelo. Estos te sirven para seguir adelante.

Lo de joven promesa ya le viene pequeño. ¿Cómo lleva que lo etiqueten así? 

Lo de joven se queda ya un poco lejos a mis 36 años (risas). Bueno, vivimos en un mundo en el que la juventud se ha alargado hasta los cuarenta, así que yo encantado de que me llamen joven, porque todavía se me hace raro cuando un niño me llama señor. En realidad es bonito que alguien prometa, un director tiene que ser promesa hasta la muerte, siempre hay que prometer algo, aunque luego también hay que hacerlo. Lo ideal sería ser una promesa cumplida.

No pudo tener un mejor debut con ’10.000 kilómetros’. ¿Cómo lo recuerda? 

Fue bastante emocionante. Sabíamos que teníamos una película especial pero en ningún momento nos imaginábamos lo que iba a pasar. En el festival hubo un reencuentro, habíamos pasado un verano muy intenso con David Verdaguer y Natalia Tena, todo el equipo nos habíamos hecho muy amigos y llegamos a Málaga para volver a juntarnos. Además en general la fiesta se nos da bien, las veces que vamos a festivales quizá ganar no ganamos, pero se acuerdan de nosotros (risas). Cuando nos dieron el premio fue una locura, estábamos ya de vuelta en Barcelona cuando nos avisaron. Imagina la que se armó. De hecho, ‘Tierra firme’ nació en la fiesta de celebración de Málaga, allí conocí a Oona Chaplin y surgió la idea.

Y luego llegó ‘Los días que vendrán’. ¿Le sorprendió la buena acogida? 

Justamente me pilló en medio del rodaje de ‘El corredor de la muerte’ y no pude ver ninguna película que venía a Sección Oficial ese año, así que tampoco pude valorar si tenía posibilidades en el festival. Pero por las sensaciones que habíamos tenido en los pases previos en otras citas como Rotterdam, sí sabíamos que traíamos algo muy especial.

Y después de todo, ¿cómo ha evolucionado su cine?

No lo sé, la verdad. Supongo que por un lado aprendes más a escuchar, pierdes la necesidad de tener que demostrar nada y estás un poco más atento a lo que late, a lo que sucede a tu alrededor. Pero también pierdes un poco de paciencia, sobre todo con las cosas que no crees que son importantes. Te vuelves más exigente. 

Con su última película cierra una especie de trilogía. ¿Ahora entonces qué? 

Ha sido un tríptico accidental, sí. Estoy con muchas cosas a la vez, tengo una película que me gustaría hacer acerca de la muerte, vamos a pasar del nacimiento y la vida a todo lo contrario. Ahí estamos, trabajando el guion y con talleres, tardará todavía un poquito. Entre medias nos divertimos haciendo otros proyectos, estoy en un momento de plena efervescencia. Ahora estamos montando una propuesta para la televisión valenciana que rodamos en Navidad.

La televisión últimamente le llama mucho. ¿Se está convirtiendo en su medio favorito?

Para nada. Yo soy persona de cine. De hecho, consumo muy pocas series y apenas veo la televisión. A veces me siento un poco pirata. La tele es un medio distinto, el director no es el que manda todo el rato. En ese ambiente intento utilizar el lenguaje cinematográfico, está bien contar historias, pero a mí me interesa la cámara como una manera de reflexionar sobre nosotros a través de imágenes. Y en la televisión lo que prima es la narrativa, la historia en sí, el enganchar al espectador. Que está muy bien, por supuesto, pero exige otro tipo de visionado y requiere de menos atención. A mí me gusta el cine por la experiencia de ir al cine, de salir de las salas. Cuando ves una película en casa, la acabas y te pones a hacer otras cosas, pero cuando estás en una butaca y se encienden las luces, tú todavía tienes la sensación de haber salido de una realidad distinta, de un hueco temporal, y te vas dándole vueltas a lo que has visto. Cambias totalmente el chip si esa película te toca y te remueve. Eso no te lo da otro formato. La televisión tiene, en contrapartida, otras cosas buenas. Es un lugar muy bueno donde pensarnos histórica,  política y socialmente. Me interesa como herramienta de exploración social más que como una de impacto personal y metafísico, que eso es más apto para el cine. 

Tiene premios de todos los tipos en la estantería. El Goya acabará llegando.

Bueno, no me preocupa. Dependerá de hacer una película que le guste a los académicos y que entre en el momento adecuado. Influyen muchas cosas. Muchos de los grandes directores y, sobre todo, directoras, que admiro nunca han ganado este premio. No nos hace volvernos locos, la verdad. Si viene, bienvenido sea. Pero tampoco hago cine para esto.