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La Pirata del oriente

Por: Eva Bodenstedt

Un amor verdadero, como el de Shrek y Fiona

Mientras del otro lado de la ventana los colibrís observan a qué flor hendirle el pico mientras las nubes navegan entre montañas y las cigarras han dejado repentinamente de existir sin una lluvia copiosa que se llevara consigo sus huevos, una literal cascada de noticias aturde la mente y deprime la existencia. Para iniciar la semana, en la radio de la costa en la emisión del periodista Omar Gasga en la Voz del Pacífico Sur, se escucha cómo cantidad de grupos indígenas sí están de acuerdo –a pesar o ignorando las graves consecuencias ecológicas que tendrán esas parques industriales-, en que se hagan, pero no en vender las tierras, sino en ser socios de lo que sobre sus territorios ancestrales se cree para que según dice el Presidente, “haya mucho empleo y la gente no tenga la necesidad de emigrar, que se puedan quedar en el sureste trabajando y que puedan ser felices con sus familias y con sus culturas». Eso lo declaró Andrés Manuel López Obrador en tierras oaxaqueñas el 8 de mayo pasado.

Nuevamente estamos ante una reiterada disyuntiva en nuestro país, en la que desgraciadamente, como ha venido sucediendo a lo largo de todo el mentado “progreso”, a los grupos indígenas los dejan a un lado, debajo de las gradas, recibiendo limosnas y algo más, la petición de que sean agradecidos con la oferta de trabajo que les da el Gobierno siempre de la mano a los grandes empresarios que se llevan las ganancias a sus arcas, -ya serán virtuales-, mientras los que sí cuidan las tierras y las respetan y viven de ellas, se ven nuevamente pisoteados, como sucedió con las energías eólicas en el Istmo.

Un documental hecho por la misma gente de ahí, apoyados por Ambulante, muestra cómo les mintieron los españoles y las autoridades mexicanas no resguardaron las propuestas iniciales, asesinando así mismo a quienes se levantaron para luchar por lo que habían puesto sobre la mesa como negociación.

Es deleznable todo esto. Deprimente. Aborrecible, aún más cuando defensores de la naturaleza caen muertos, fulminados como moscas apestosas, al igual que los 90 candidatos en estos últimos tiempos que seguramente no pactaron con el crimen organizado.



Uno ya no sabe si apagar las redes y las radios y toda comunicación, e irse a rezar a un templo en donde la meditación hacia la paz y la tranquilidad no conlleve a declararse fiel a una religión específica.

Uno de verdad baja la cabeza abatido, escucha cómo asesinaron a la candidata en el Bajío, aún en la memoria el niño de doce años arrebatado de la vida por el suceso del metro en la Ciudad de México, y a ello se suma la noticia de que las aerolíneas mexicanas no alcanzaron a cubrir los 100 puntos que exigen esas autoridades mayores y que por lo tanto, ya no podrán aumentar sus vuelos por ejemplo, a Estados Unidos, que sólo las aerolíneas americanas., llevarán el pasaje hasta que no regulen lo que no regularon.

¿Dónde está la esperanza? Lo que dice pausadamente AMLO en las mañaneras contradice lo que escriben en el extranjero sobre la economía del país y la falsedad de que él, es el mesías. ¿Alguien de verdad sigue creyendo que existen salvadores sexenales? ¿Y al 6 de julio, quienes llegaran vivos a representar al pueblo de verdad? ¿Y por quien va a elegir la gente, será de verdad un representante, pero de nuevo, de quién?

¿Qué ha pasado con la humanidad, con su relación con la tierra, con su relación con la nueva realidad? Siguen muriéndose muchos por el Covid-19, y por el cáncer, y por las balas, y por la violencia, y éste sábado, quisiera volver a ser niña y encontrar en el horizonte un futuro feliz y contento, lleno de risas y juegos, de verdades y equidades, de amor, eso, de amor verdadero, como el de Shrek y Fiona…