Por: Luis Colunga Dabussy

El 8 de marzo es el día internacional de la mujer, un día que no debiera ser considerado como sinónimo de ternura o compasión, donde se regalen chocolates, flores o tarjetas como muestra de la existencia de las mujeres en un mundo dominado por hombres, es un día de lucha, un día que representa sangre, lágrimas, dolor, muerte y azoro. De manera íntima comparto mi perspectiva, como hombre, sobre la lucha de las mujeres en este mundo, una lucha que dignifica su paso por la historia y que tanto hombres como mujeres debemos de conocer.

Existen una serie de vivencias que marcaron mi vida e identidad como hombre, la más lejana, la que recuerdo aún con olor freso, con dolor, como si a martillazos y al rojo vivo me hubieran clavado una de las primeras corazas, en la espalda, fue en primaria, clase de español:

-¿Qué pronombre personal se debe usar si estoy en un lugar con hombres y mujeres? –Pregunté.

-Muy simple, tienes que usar el pronombre “nosotros” o “ellos”-Me contestó el docente.

-¿Qué pasa si estoy en un cuarto con muchas mujeres y yo soy el único hombre?

-Es lo mismo, tienes que usar “ellos” o “nosotros, no importa si estás tú solo con mil mujeres, siempre se aplica el pronombre en masculino.

-¿Por qué? –Insistí.

-Porque así es la regla, siempre vale más el masculino que el femenino.

 

Finalmente me tragué el discurso de aquel hombre, pero esa sería sólo la primera de muchas más reglas que tendría que acatar bajo la premisa “porque así es…”. La primera de muchas más corazas, algunas clavadas por mí mismo.

En alguna otra ocasión, durante mi infancia entré a un expendio de estatuillas e imágenes religiosas, recuerdo perfectamente haber visto la imagen de un señor de barbas blancas, montado sobre una nube, con una túnica larga y finamente bordada, de expresión reflexiva, “Él es Dios”, me dijeron. En ese momento pensé, sí, efectivamente, el Dios de la religión católica y de muchas otras más religiones, es representado con las características de un hombre, los máximos cargos religiosos sólo pueden ser ocupados por hombres. De inmediato comencé a hacer un trabajo de introspección, cayendo en cuenta que todos los presidentes de mi país han sido hombres, mis personajes históricos favoritos eran hombres, los libros que, hasta ese entonces había leído, fueron escritos, todos ellos, por hombres. El resultado de esta reflexión fue pensar que el papel de los hombres en el desarrollo histórico de la humanidad siempre había sido el de liderar a sus congéneres, básicamente, que el hombre había sido provisto, tanto por la naturaleza como por su propia evolución, de las herramientas y habilidades necesarias que le permitieron dominar y crear el mundo en el que vivimos. Siendo así, el hombre siempre habría de proteger, pelear, crear, destruir, mostrarse frío y valeroso, dominar todo aquello que debiera ser dominado, pero ¿Y las mujeres?.

Seguí creciendo, siendo testigo de cómo la figura del hombre siempre sobresalía en todas las áreas posibles, la política, social, económica, cultural, de entretenimiento, religiosa, etc. Años después, veo en televisión a un personaje bastante peculiar, otro hombre, un tal Serrano Limón líder del Comité Nacional Provida en México, manifestaba su inconformidad, de una forma excesivamente violenta, ante el aborto, apoyando acciones legales en contra de las mujeres que lo practicaran. Luego la televisión se encargaría de mostrarme la opinión, sobre el mismo tema, de diversos políticos, periodistas y líderes religiosos, la mayoría de ellos hombres. Comprendí que el hombre, no sólo controla e impone el sistema que él mismo ha creado y reproducido, un sistema patriarcal y hegemónico, sino que también trata, por todos los medios, de tener la mayor injerencia posible en el cuerpo de la mujer, como si este fuera un objeto o una vil mercancía.

Pero ante tanta oscuridad llegó la iluminación, para fortuna, confrontativa pero gozosa, laboriosa y enriquecedora. Viví en carne propia un gran proceso de sensibilización y fue entonces cuando las conocí a ellas: Simone de Beauvoir, Adrienne Rich, Mónica Mayer, Olympe de Gouges, Tina Modotti,  Kathleen Hanna, Marina Abramovic, Emma Goldman, Rene Magritte, Christine de Pisan, Poullain de la Barre, Virgina Woolf, Emma Patterson, Marta Lamas, Sayak Valencia,  Marit Östberg, Julia Leigh, Susan Brownmiller, Yayoi Kusama, Nina Simone, Marguerite Duras, Kimberley Pierce, Sofia Coppola, Judith Butler, Patti Smith, Beatriz Preciado y otras mujeres más, cuyos nombres ahora no puedo recordar, junto con otras que aún no conozco.  Acompañado por ellas descubrí una nueva forma de contar la historia, conocí su revolución, me explicaron como el paso de la mujer en el desarrollo histórico de la humanidad ha sido prácticamente, negado, sobajado, aniquilado, atomizado, acribillado, masacrado, reducido a las labores domésticas; me enseñaron, también, que el argumento científico que las exhibe como débiles y sumisas es completamente falso. Las mujeres siempre han estado y tenido protagonismo en todas las épocas de nuestra historia, pero se les ha censurado, ante tremenda marginación surge el movimiento feminista, movimiento revolucionario y de crítica al pensamiento social y político en el que hemos estado inmersos, una corriente que reivindica el género femenino, proponiendo el empoderamiento de las mujeres e igualdad legal, civil, social, política, educativa y humana, esto es, el feminismo no excluye o ataca a los hombres, sino todo lo contrario, se les incluye de tal manera, que, tanto la mujer como el hombre, podamos gozar de los mismos beneficios y placeres del mundo en el que vivimos. Esta ha sido y seguirá siendo la revolución feminista.

¿Qué hemos hecho los hombres?

Actualmente, nos encontramos ante la vigencia de un modelo masculino dominante, modelo que aún sigue construyendo la identidad de nuevas generaciones tanto de hombres como de mujeres. En México, los medios de comunicación masivos, aluden a una nueva forma de ser hombre, una forma disfrazada pero igual de misógina. Pongo como ejemplo a compañías refresqueras y cerveceras que proponen una forma más “liviana” de ser hombre, pero de la misma manera siguen estandarizando el cuerpo de la mujer y exhibiéndola como objeto cuya aprobación depende del varón, así mismo, continúan promoviendo la violencia de género, enalteciendo al hombre como único agente de cambio y como proveedor de seguridad económica y social.

Me causa gran tristeza ver a dos hombres borrachos abrazándose, porque debido a su incapacidad emocional para expresar afecto, recurren a ahogarse en alcohol como única manera de desinhibirse, me alarma e indigna el ejercicio de la violencia hacia las mujeres, hacia otros hombres, hacia nosotros mismos y hacia la naturaleza, me repugnan las acciones del Estado para imponerse y controlar el cuerpo de las mujeres, ¡su cuerpo!, repruebo las construcciones sociales que hacen alarde de la imposibilidad masculina para crear relaciones íntimas como parte de nuestra naturaleza.

¡Me rehúso, rotundamente, a que este modelo me siga representando!

Existen ahora, diversas células sociales, creadas en los últimos años que se han encargado de cuestionar la masculinidad y los privilegios de ser hombre. Distintas asociaciones civiles, organizaciones y grupos de hombres discuten el rumbo de la masculinidad hoy en día, nos preguntamos qué es lo que nos representa y cómo es ser un hombre en la actualidad, tratamos de crear sensibilización ante la injusticia y violencia sobre las mujeres. Hombres pro-feministas, que trabajamos en conjunto con mujeres, partiendo de la misma perspectiva incluyente del feminismo, utilizando sus bases teóricas, proponemos la equidad, en todas las esferas, entre hombres y mujeres, promovemos la construcción de masculinidades alternativas, mejores, humanas e incluyentes.

Este 8 de marzo, junto con todos los días del año, observemos la realidad como algo cercano y recordemos que es tarea prioritaria organizar diligencias, campañas y diversas actividades que sensibilicen a las personas en temas de violencia, género y equidad. Como hombre considero imprescindible cuestionar nuestra masculinidad, pongamos en tela de juicio la serie de privilegios que nos son otorgados, que nos dan poder, por el simple hecho de pertenecer a ese género. Como sociedad debemos recurrir a acciones que tiendan a poner fin a las discriminaciones que afectan a mujeres con el fin de educar para para una sociedad equitativa, con responsabilidad social.

¡Mujeres, estamos con ustedes, en su lucha, a su lado!