Por: Adrián Ortiz Romero

+ Gómez Sandoval, borrado del escenario

Las elecciones son un asunto de gobernabilidad y democracia, en el que el gran interlocutor entre todos los participantes debe ser el Gobierno del Estado. Esta premisa, sin embargo, choca con la realidad, cuando vemos que el gobierno estatal tomó la decisión de dejar no en libertad, sino al garete, el proceso electoral, y cuando los problemas que se presentan son atendidos como meros temas policiacos aislados, y no con la importancia política que deberían tener. Ante tanto vacío, cabe la pregunta: ¿dónde está el Secretario General de Gobierno?

En efecto, la Secretaría General de Gobierno es la encargada de velar por la gobernabilidad del Estado, y por atender los temas relacionados con la democracia en la entidad. Si bien ya no organiza las elecciones, ni ejerce actos de autoridad respecto al ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos, es claro que es un deber intrínseco, y legal, de la Secretaría General de Gobierno fungir como puente entre todos los que participan en los asuntos de la democracia, y ser el enlace entre el gobierno, los partidos, los candidatos y la autoridad electoral, para que los procesos electorales se desarrollen correctamente.

Hoy no pasa eso. Entre otras razones, destaca el hecho de que el acelerado proceso de desgaste en que las pugnas internas del gobierno estatal metieron a la Segego, provocó que esa dependencia haya perdido el papel protagónico que debiera jugar en un proceso electoral. Todavía el año pasado, cuando se realizó la elección federal presidencial, en Oaxaca la Segego tuvo demostró tener interacción —aunque sea testimonial— con la representación del IFE en la entidad. A través de esa relación, se supone, se articulaban todos los esfuerzos relacionados con la gobernabilidad, la seguridad y la paz en el proceso electoral, que involucraban a la autoridad electoral, y al Gobierno del Estado.

En este caso, esa relación era de primera importancia. Pues como puede distinguirse, el hecho de que el gobierno estatal se involucre en el proceso electoral en lo relativo a la gobernabilidad, no sólo no significa que lo haga para inmiscuirse indebidamente en los asuntos democráticos, sino que de hecho debe hacerlo para garantizar las condiciones mínimas necesarias para el desarrollo del proceso y específicamente para la jornada electoral. En ese sentido, es evidente que la Secretaría General hoy no ha demostrado esa relación protagónica por parte del Estado, para dar la certidumbre necesaria en el proceso electoral.

Dos hechos lo demuestran en toda su magnitud. Desde hace dos semanas, cuando se denunció la desaparición del presidente del Consejo Estatal del PRD, Nicolás Estrada Merino, ante la ausencia de los encargados de la gobernabilidad, al asunto se le dio un tratamiento como de hecho policiaco. Eso no cambió incluso frente al hallazgo del cadáver del desaparecido. Y es que fueron las instancias encargadas de la procuración de justicia y de seguridad pública, y no la Secretaría General de Gobierno, quienes asumieron la responsabilidad del asunto, generaron la información, y establecieron la ruta que seguiría el gobierno frente a ese hecho.

¿Por qué tendría que ser, en este caso, la Segego quien públicamente asumiera la responsabilidad de conducir las acciones oficiales sobre ese tema? Porque el señor que fue secuestrado y posteriormente ejecutado, tenía un cargo de vital relevancia en un partido político, porque participaba en el proceso electoral, y porque una de las líneas posibles de investigación necesariamente debe basarse en su actividad política.

Quién sabe si el secretario Alfonso Gómez Sandoval Hernández, en privado, tuvo alguna participación. Pero en lo público, el mensaje político que envía la Segego es patético porque únicamente le apostó a que otros tomaran la responsabilidad, y a que el desencadenamiento de los hechos le permitiera ocultarse para evitar los aspavientos, los reflectores y las responsabilidades.

 

LA SEGEGO, AUSENTE

Otro hecho ocurrido este fin de semana da cuenta de lo mismo: el sábado por la mañana balearon a la candidata a diputada del PRI en el distrito de Teposcolula, Rosalía Palma López. En los hechos, que presumiblemente iban dirigidos a su esposo, el ex presidente municipal de San Andrés Cabecera Nueva, Efraín Cruz Bruno, murieron éste y la sobrina de la Candidata. Ésta última salvó la vida de milagro, pero se encuentra grave.

De nuevo, al hecho se le dio un tratamiento estrictamente policiaco. De nuevo. fueron la Procuraduría y la Secretaría de Seguridad Pública quienes tomaron el control de la actividad oficial. Y, de nuevo, la Secretaría General de Gobierno se quedó oculta detrás de la maraña informativa, de la confusión y de la “mala costumbre” que todos hemos tomado de ya no esperar ningún posicionamiento, información o acción, de la dependencia encargada de la gobernabilidad, que hoy está reducida a prácticamente nada.

En este sentido, no tendría por qué tratarse de que la Segego estuviera metida en todo, o que quisiera asumir funciones o responsabilidades de otras dependencias. Sin embargo, lo que se ve es que los intentos sostenidos que ha habido desde ciertos sectores del mismo aparato oficial por reducir a cero a la General de Gobierno, hoy han fructificado. Empero, la diferencia entre el anterior Secretario General de Gobierno, y el actual, es que mientras a Jesús Martínez Álvarez nadie lo dejaba que se metiera en los asuntos —y mucho menos que tomara el papel protagónico y articulador de la dependencia que encabezaba—, a Gómez Sandoval parece que simplemente no le interesa hacer algo porque la Secretaría General recupere la posición que debía tener en el gobierno.

Al final, lo que está en juego es la democracia pero también es la participación que sí debe tener el gobierno en esos temas. Si el clima político está revolviéndose y enrareciéndose por estos hechos a los que sólo se les quiere dar un matiz policiaco y de hechos aislados, al final no tendríamos por qué estar esperando una elección en paz, tranquila y equitativa: si a la Secretaría General de Gobierno no le interesa abordar esos temas, sólo tendremos una elección con policías. Y ya.

 

GUERRA SUCIA

Da hasta risa ver la guerra que traen los candidatos a la alcaldía citadina, Javier Villacaña y Francisco Reyes. Lejos de hacerlos ganar o perder adeptos, lo que ese “ejercicio” demuestra es lo pedestres que son nuestros candidatos. No hay cómo justificarlos. Ya no digamos “ayudarlos”.

Foto:Omar OmarAlgunos derechos reservados