eloriente.net

6 de mayo de 2014

Por: Miguel Carbonell

A nuestros políticos les encanta hacer grandes reformas, de esas que se llaman estructurales. Se complacen en tomar la Constitución e irle añadiendo páginas y páginas, como si fueran los primeros a los que se les ocurrió una idea o como si se tratara de reescribir la historia del país cada quince días. No importa que muchas de esas reformas no sean necesarias, ni tampoco que no se hayan discutido con los especialistas. Nada de eso detiene el afán reformista que consigue que los autores de las reformas (sus impulsores, mejor dicho, ya que la redacción la hacen otros) ganen titulares de prensa y se lleven aplausos incluso en los medios internacionales.

Pero lo que no les gusta tanto es ser consecuentes con esas grandes reformas y escribir luego la letra pequeña, la legislación que las desarrolle y aterrice, los reglamentos que las hagan operativas, las políticas públicas que las transformen en realidad, las licitaciones para adquirir bienes y servicios indispensables para activarlas. No, eso no les gusta ya que no les gana tantos titulares, no suscita tantos aplausos.

Por eso es que algunas buenas reformas, reformas que son necesarias para el país, se quedan en letra muerta o llegan tarde, cuando ya otras naciones nos han sacado ventaja.

Por ejemplo, creo que la reforma educativa de 2013 es muy buena y creo sinceramente que el objetivo de elevar la calidad educativa mediante la evaluación magisterial es algo que todos debemos respaldar. Pero lo cierto es que su puesta en práctica va a paso de tortuga, sobre todo en los estados. De hecho, van tan lento en algunas entidades federativas que ya el presidente Peña Nieto tuvo que interponer una controversia constitucional ante la Suprema Corte para que sean los ministros de nuestro máximo tribunal los que apuren el paso de las legislaturas locales.

Otra reforma que contiene cuestiones interesantes, la político-electoral, tampoco pudo ser completada a través de la legislación secundaria en tiempo y forma, con lo que no solamente se incumple el plazo que había establecido nuestra Carta Magna (que vencía el 30 de abril), sino que se ponen en riesgo los procesos electorales locales y el federal que se llevarán a cabo el próximo año. Hace bien el INE al avanzar con las reformas a sus reglamentos, sin esperar que la flojera o la incompetencia de nuestros legisladores les ofrezca las herramientas que ya hoy deberían ser ley vigente.

La reforma energética puede suministrarnos un fuerte impulso en materia de inversión extranjera, la de telecomunicaciones puede ofrecer mayor pluralismo y competencia en televisión, radio e internet, ¿pero cuándo serán implementadas y puestas en práctica si los legisladores las siguen posponiendo? La legislación secundaria en materia de telecomunicaciones tenía que haber estado lista el 9 de diciembre del año pasado; la energética el 20 de abril. Y nada….

Ojalá en efecto nuestros legisladores puedan ponerse de acuerdo para llevar a cabo un periodo extraordinario y saquen adelante el tramo que falta de las reformas. Si además lo hacen como es debido, es decir respetando la Constitución y teniendo presentes los intereses de todos los mexicanos y no solamente los de los grupos más poderosos, creo que todos se los agradeceremos. Además, así estarán desquitando el salario que les pagamos, que no es para que no hagan nada y pospongan las cosas, sino para que observen con rigor y puntualidad lo que les marca la Constitución. Ojalá no lo olviden.

 

Foto: Cámara de Diputados

 

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