eloriente.net
19/junio/2014
En estos días, he estado leyendo un texto de Francois Dubet, titulado “Repensar la Justicia Social”, el cual se los recomiendo ampliamente, pues nos ayuda a reflexionar sobre la idea que tenemos de lo que es (o debería ser) la justicia social. Es justo en esa lectura donde encontré un término que llamó mi atención: meritocracia.
En dicha lectura, el autor habla sobre la situación que vivimos en las sociedades democráticas y la brecha enorme que existe entre la afirmación de que todos los individuos somos iguales y las verdaderas inequidades sociales que vivimos día a día.
En ese sentido, hace referencia a la igualdad de oportunidades, que define como la posibilidad de ofrecer a todos los individuos el poder ocupar las mejores posiciones en todos los ámbitos sociales en función de la meritocracia.
Explica que el objetivo es alcanzar una sociedad donde cada persona sea colocada equitativamente en la posición social que le corresponda en función de sus proyectos y méritos. Es decir, que los hijos de los obreros tengan el mismo derecho a convertirse en ejecutivos que los propios hijos de los ejecutivos, únicamente en base al mérito.
Pero, exactamente ¿qué es la meritocracia? Es un término que proviene del latín mereo que significa “merecer” u “obtener”, y trasladado a la realidad, es una forma de gobierno basada en el mérito, donde las capacidades y habilidades individuales permiten alcanzar a las personas las mejores jerarquías.
Aterrizando esto al tema de juventud, esta lectura me hace pensar que una forma viable de poder lograr que los jóvenes puedan volver a creer en que una sociedad democrática verdaderamente justa es posible, es a través de aplicar el principio del mérito, donde las distinciones no sean en función del sexo, la raza, la riqueza o factores biológicos y culturales, sino por el trabajo, empeño, dedicación y esfuerzo que le imprima cada persona a sus acciones.
Si las oportunidades, son definidas como la posibilidad de elevarse en la estructura social en función del mérito y del valor, y no en función de la riqueza o la posición social de una persona, el reto está en invertir en una verdadera educación de calidad, formal o informal, académica y humana, en la casa y en la escuela, para que todos los individuos, tengamos los elementos necesarios para desarrollar nuestras capacidades.
Seamos conscientes de que si bien es cierto, todos los seres humanos somos fundamentalmente iguales y debemos tener acceso a las mismas oportunidades, también debemos reconocer que pueden existir “justas inequidades” que provengan del trabajo, esfuerzo y dedicación de cada quien.
Que tengan bonito fin de semana. Dios nos bendiga.
Foto: @CONADE
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