(www.eloriente.net, México, a 15 de octubre de 2017, por: Jarumy Esmeralda Méndez Reyes*).- Mujer y poder son palabras que nunca han sonado bien en la historia, más bien, han incomodado y han sido sinónimo de peligro y maldad. Desde Eva, la culpable, la Biblia nos dibuja a una mujer cautivada por la maldad, incapaz de obedecer e incitadora del hombre a pecar, pervirtiéndolo hasta el destierro. Dalila, la filistea, como el modelo de mujer seductora con únicos fines de traicionar. Dalila cortó la cabellera a Sansón y con ello arrancó el poder que Dios le había otorgado.
Nombres y ejemplos bíblicos o históricos de mujeres fatales sobran. Sabemos que la carga de los estigmas histórico-culturales han pesado sobre todas las mujeres del planeta: las brujas, las locas, las necias.
La obediencia, el silencio, la maternidad, la sensibilidad y la empatía han sido atribuidas como características “naturales” de las mujeres, mientras que en los hombres la “naturaleza” los esculpió para ser competitivos, fuertes, agresivos, dinámicos e independientes. Las sociedades han funcionado a partir de estos grandes roles impuestos: las mujeres dedicadas a lo privado y los hombres dedicados a lo público.
Esta ha sido la principal lucha del feminismo, desmitificar la naturaleza de “ser mujer” para lograr un mundo de libertades y de igualdad de oportunidades para ejercer esa libertad.
El salto de lo privado, de lo doméstico a lo público ha sido difícil y ha costado muchos años y muchas luchas. Y sin embargo, no es suficiente. A pesar del movimiento generalizado de democratización, la mujer suele estar insuficientemente representada en casi todos los niveles de gobierno.
El panorama político-electoral actual nos recuerda en mucho a los pasajes bíblicos: pocas mujeres y las visibles…¡mal y de malas!.
Esta semana ONU Mujeres presentó el reporte “La Democracia Paritaria en México: avances y desafíos”, revelando que el principal obstáculo para el empoderamiento de la mujer son los partidos políticos. No nos asombra que los partidos estén reprobados en la materia pues las mujeres en cargos directivos dentro de estos institutos apenas representan el 25%.
Lo que pasa es simple: se llama simulación. Mientras que en el discurso las mujeres son protagonistas, solo el 33% de los partidos políticos existentes en México tienen compromisos estatutarios sobre igualdad de género y no discriminación. Y de los 8 partidos que cuentan con unidades de la mujer sólo 2 les otorgan facultades normativas para seleccionar candidatos.
Esto se puede sintetizar en que todo apunta a no contar con una candidata a la Presidencia de la República por algún partido político. De ahí que contar con candidata cobra un sentido valioso en un sistema político de y para hombres. México ha tenido sólo 5 candidatas al máximo cargo político del País: Rosario Ibarra, Cecilia Soto, Marcela Lombardo, Patricia Mercado y Josefina Vasquez Mota.
La reciente salida de Margarita Zavala del PAN y su anuncio para contender por la vía independiente viene a confirmar política pero también culturalmente el estancamiento que tenemos en la materia.
Primero, porque refleja que aún vivimos en los tiempos del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, dónde la igualdad representada precisamente en lo circular de la mesa, dónde nadie es más que el otro, las mujeres no ocupan un lugar para opinar, decidir y deliberar.
Segundo, porque las decisiones y acciones de mujeres como Margarita son señaladas con el mismo dedo de la culpabilidad. Margarita la culpable de dividir al PAN, Margarita la mezquina obsesionada con la silla presidencial, Margarita la manipulada por su esposo,Margarita la funcional al PRI, Margarita la ingenua para contender por la independiente, la que no se pudo sacrificar para salvar al PAN. Celebro que una mujer no renuncie a sus aspiraciones profesionales. Es claro que el primero que pierde aún sin haber empezado la contienda es el PAN, porque no se nos debe olvidar que el errado y necio fue Anaya y el PAN mismo, incapaces de defender su democracia interna. Anaya es el funcional al PRI.
Levantar la mano siendo mujer en México sigue siendo una rareza, manifestar abiertamente nuestros deseos y ambiciones sigue siendo una osadía, visibilizarse un costo político. Ahí está por ejemplo Ivonne Ortega en el PRI.
La única que ha podido salir avante en esta carrera por la representatividad ha sido María de Jesús Patricio Martínez, representante del Consejo Indígena de Gobierno del EZLN. Marichuy se ha registrado como candidata independiente y se comienza a hablar de ella como un símbolo de la mujer y de los indigenas, ambos relegados del sistema. Su valentía tiene aún más valía considerando que México es un país racista y misógino.
No podemos tolerar más incongruencia. Desde nuestros institutos políticos o desde los observatorios ciudadanos la exigencia debe ser clara: mecanismos claros y transparentes para garantizar espacios de decisión a las mujeres. Por eso, el Partido Verde ha comenzado la transformación garantizando paridad de género tanto en los cargos directivos como en el Consejo Político. El reto que viene será estar atentos a las plataformas políticas de los partidos políticos en materia de equidad y a la congruencia que estos guarden con sus propuestas de campaña. El reto aún es grande.
*Subsecretaria de Normatividad Ecológica y Gestión Ambiental
@jarumymendez
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