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13 de octubre de 2013

Por: Adrián Ortiz Romero

+ El 12 de octubre: 521 años no son suficientes

+ Descubrimiento de América; ¿ya sin dolores?

En América, los nacionales de no todos los países se sienten conquistados. Hay países en los que, a diferencia del nuestro, cuando se refieren al descubrimiento y colonización del llamado Nuevo Mundo, no dicen como los mexicanos “nos conquistaron” o “nos descubrieron”; más bien, dicen “los conquistamos” o “los descubrimos”. Ese sentido de pertenencia sobre lo originario, a los mexicanos nos ha provocado muchos problemas esencialmente porque siempre hemos asumido que nuestros males vienen de afuera. Hoy, que se conmemoran 521 años del descubrimiento de América, vale la pena hacer una reflexión sencilla sobre ese asunto.

En efecto, sobre el descubrimiento de América y la empresa emprendida por el navegante genovés Cristóbal Colón, se dicen muchas historias que no son tan ciertas en realidad. Una de ellas, por ejemplo, dice que la Reina Isabel de Castilla, esposa de Fernando de Aragón, empeñó sus joyas personales para poder financiar la travesía con la que Colón intentaba encontrar una nueva ruta de comercio con oriente; otra, señala que Colón era un gran navegante; una más, apunta a que con el solo descubrimiento del nuevo mundo Colón se convirtió en un hombre adinerado porque cumplió con los fines que buscaba. Lo primero que debe quedarnos claro, en ese sentido, es que si las casualidades y los errores afortunados existen, muchas de ellos ocurrieron cuando Colón equivocó la ruta y se enfiló hacia aguas que hasta entonces nadie había navegado.

Dicen los historiadores, como el afamado inglés Felipe Fernández Armesto, que en realidad los Reyes Católicos no invirtieron dinero de la corona, o riquezas personales, en la empresa de Colón. Sostiene que, más bien, el financiamiento de la travesía fue conseguido con usureros y personajes interesados en hallar una ruta hacia oriente, y que la ruta fue delineada en gran medida a partir de datos erróneos interpretados por el propio Colón, quien antes había sido aficionado a las historias de caballería pero que luego se interesó por las rutas marítimas, que sólo conocía como comerciante y transportador de insumos como el azúcar.

“Así pues –dice Fernández Armesto en el libro “1492, El nacimiento de la Modernidad, Editorial Debate, página 203 y siguientes-, tras muchos fracasos y cambios de enfoque, el proyecto que finalmente logró vender (Colón) era el de una travesía hacia el oeste con rumbo a China, tal vez con escala en Japón o “Cipango”, que es como se le llamaba desde que Marco Polo lo situara, de forma exagerada, a unos dos mil cuatrocientos kilómetros océano adentro desde China. Según su versión de las últimas negociaciones con los patronos, Colón subrayó la evidencia histórica de que, desde tiempos remotos, los mandatarios de China, a los que nombraba con el título de Gran Kan, adoptado por una dinastía destronada en 1368, escrbían a los papas manifestando su interés por el cristianismo. La piedad religiosa envolvía ahora la promesa de los beneficios comerciales y políticos que Colón anunciara en otros tiempos. Utilizando el término “India” para referirse a Asia, según era costumbre en la época”.

Luego, Fernández Armesto se pregunta: ¿Secundaban el plan Fernando e Isabel? Ningún documento los comprometía con el objetivo que Colón se fijó, responde. El encargo, abunda, aludía únicamente a “islas y tierra firme de la mar oceana”. Sin embargo, a los monarcas les inquietaban los beneficios que Portugal estaba teniendo gracias a la exploración atlántica. Así, dice Fernández Armesto, los principales inversores del viaje (un grupo de banqueros radicados en Sevilla y algunas autoridades de las cortes de Castilla y Aragón) ya habían colaborado en la financiación de una serie de expediciones de las islas Canarias, y disfrutaban de una posición idónea para supervisar los beneficios de la empresa transatlánticas.

Luego, sobre las tres carabelas que utilizó Colón, Fernández Armesto sostiene que las tres pequeñas naves y sus tripulaciones procedían del puerto de Palos de la Frontera, gracias a la colaboración de Martín Alonso Yáñez Pinzón, un armador local que, además, fue piloto de Colón y un rival potencial en la travesía. Así, Martín Alonso se puso al mando de La Niña, su hermano Vicente Yáñez fue capitán de la Pinta, y el buque insignia, la Santa María, quedó para Colón… quien a partir de entonces, y sólo entonces, se hizo llamar “el almirante” con cierta grandilocuencia.

FRACASO COMERCIAL

Colón no sólo no sabía navegar (hasta entonces creían que sólo un loco podía lanzarse con rumbo a occidente en el Atlántico, sin saber si en realidad la tierra era redonda o cuál era la extensión exacta de mar que tenía que navegarse para llegar a Asia, e incluso tampoco había rutas definidas) sino que tampoco se sintió exitoso cuando, en su camino de España a China, se topó con América.

Los fines del viaje, como se dice en líneas anteriores, era eminentemente comercial pero, en esa tesitura, todo era un fracaso. “Desde el punto de vista de Colón –dice Fernández Armesto- las perspectivas comerciales parecían decepcionantes y poco halagüeñas. Uno de los grabados que ilustra su primer diario impreso muestra lo que iba buscando: a sotavento de una de las islas que descubrió se ve una valiosa galera mercante, mientras unos mercaderes con tocados y túnicas orientales intercambian curiosidades con los indígenas tierra adentro. La escena era fabulosa, pero Colón confiaba en encontrar esa perspectiva desplegada realmente ante sus ojos, prueba de la cercanía de las economías prósperas de Asia. Por el contrario, parecía haberse topado con un obstáculo ubicado cronológicamente en la Edad de Piedra, donde nadie manufacturaba nada para lo que él pudiera encontrar un mercado”.

PURAS COINCIDENCIAS

A Colón podría caricaturizársele con la estampa del clásico gallego. En realidad él vio coronado no sus esfuerzos, sino sus errores afortunados, sólo hasta tiempo después cuando otros navegantes llegaron a la conclusión de que en medio del camino de la Península Ibérica hasta tierras orientales, había una porción de tierra que si bien era un obstáculo, también sería la mayor fortuna para todos los países europeos que participaron en la colonización. En esos mismos años se firmó el Tratado de Tordesillas, por el cual el Papa dividió los territorios que se descubrieran. Y ahí se marcó el destino de la mitad del mundo. El 12 de octubre y el descubrimiento de América, son hechos que deberíamos conocer más a fondo. Es nuestra historia, lo aceptemos o no.

 

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