eloriente.net

9 de mayo de 2014

Por: Adrián Ortiz Romero

Cultura, como justicia, sólo para quien paga

Sistema cultural y el acceso popular, olvidados

Para mi madre, Eila Cuevas:  mi amor y admiración, siempre

No están erradas las aseveraciones que señalan que a pesar de la riqueza cultural que tiene nuestra entidad, el acceso a la cultura es más limitado de lo que parece, y muchas de las principales fuentes y expresiones culturales del estado se encuentran en manos de particulares. Oaxaca ha atravesado por un dramático proceso de traspaso de la cultura de las manos públicas a las privadas, y en eso tienen que ver no sólo los filántropos millonarios que se adueñan de todo lo que pueden, sino también los funcionarios indolentes y las administraciones gubernamentales a las que no les ha interesado la cultura.

En efecto, hoy en día el escenario cultural podría definirse en tres actos. En el primero, se encuentran los mecenas culturales —Alfredo Harp, Francisco Toledo, etcétera— que poco a poco han ido acaparando los mayores espacios y expresiones culturales, para hacerlas parte de sus activos. Quién sabe si los espacios culturales de esos mecenas sean un negocio. Pero, dado el nivel de riqueza que tienen, ellos están pagados y retribuidos con el solo hecho de que aún manteniendo esos espacios culturales incosteables, puedan presumir con ellos de su filantropía y contarlos dentro de sus propiedades inmobiliarias, afectivas y hasta intelectuales.

En eso, ciertamente, no todo está mal. Las fundaciones y asociaciones de esos y otros filántropos, en realidad gran parte de lo que han hecho son espacios y expresiones que paulatinamente fueron abandonados por el Estado. Pensemos: ¿hoy en día, cuántos museos y espacios culturales sostiene digna y competitivamente el Estado? Pues, la realidad indica que el gobierno del estado no puede ni siquiera con el CIMO y el Museo de los Pintores, que son dos de los únicos espacios que administra. Lejos de vivir mejores tiempos gracias a una razón institucional, la Casa de la Cultura Oaxaqueña sobrevive también con menos de lo que recauda por su propia actividad, y también sometida al burocratismo y las carencias del gobierno estatal.

Si eso pasa con esos centros culturales que son de los más conocidos y concurridos por la ciudadanía, ahora imaginémonos qué pasaba con el espacio cultural que hoy ocupa La Casa de la Ciudad, con el Archivo Histórico, con el espacio que hoy ocupa el Centro de las Artes de San Agustín y tantos otros espacios que fueron entregados por el Estado a fundaciones privadas para su rescate, conservación y funcionamiento.

En esa lógica, debemos entender que las fundaciones privadas no necesariamente están destinadas a cumplir con un sistema cultural horizontal. Nos explicamos: cada fundación tiene su propia agenda, su propio público y sus propios intereses. Por eso, vemos que la Fundación Harp se dedica a financiar sólo cierto tipo de proyectos y espacios, que no son los mismos que financia y sostiene el maestro Francisco Toledo.

En algunos casos, ellos concentran su atención —y están en el derecho de hacerlo porque el dinero lo ponen ellos— en traer artistas de renombre, en organizar encuentros culturales, conciertos y obras que difícilmente se podrían pagar desde el erario. Y en el fondo ellos lo hacen porque ese es su gusto, porque esa es su agenda, y porque a ese público quieren llegar, importándoles poco que esas actividades o eventos sean elitistas y vedados para la mayoría de las personas que quiere acceder a expresiones y servicios culturales menos elevadas —clases de música, baile, expresiones folclóricas, iniciación en artes plásticas, etcétera— que ésas.

Cultura, olvidada

Una de las críticas que hoy comienza a atender con meros destellos la Secretaría de Cultura y las instancias municipales de la capital, es la relativa a que todas las expresiones culturales del estado se encontraban concentradas en el primer cuadro de la ciudad. Eso es cierto. Y aunque la “descentralización de la cultura” es un paso, lo que hasta ahora se está haciendo es una bagatela frente a lo que se debe hacer. ¿A qué nos referimos?

A que una verdadera descentralización de la cultura tendría que llevar todos esos servicios y expresiones culturales básicos a todas las comunidades del estado, para que en los espacios públicos —que tienen años olvidados por el gobierno estatal, como las casas de la cultura y las casas de pueblo en los municipios del interior del estado— toda la gente pudiera acceder a ellos. Esas expresiones y servicios tendrían que incluir bibliotecas, iniciación musical y artística básica, temas literarios, y tantos otros que sólo le puede y le debe brindar el estado a los ciudadanos, para que éstos tengan ciertos acercamientos con la cultura.

Sin embargo, lejos de eso el Estado se ha dedicado al lucimiento, siendo comparsa de las fundaciones privadas, y secundándolos en sus llamativas agendas culturales, olvidándose que aunque una atención decidida y permanente a las casas de la cultura o los servicios culturales del estado no permiten el lucimiento de los conciertos en el Palacio de Bellas Artes, o en los portentosos recintos que han construido esas fundaciones privadas; esa es una función esencial que ellos han olvidado justamente por sus ganas de satisfacer la frivolidad en detrimento de lo que la ciudadanía debe tener al alcance, aunque no sean temas de lucimiento personal.

Al final, parece claro que ni Alfredo Harp ni el maestro Toledo son villanos. Al contrario: éstos ocuparon los huecos que fue dejando el Estado, y que de no haberse ocupado hoy serían ruinas improductivas. Ellos están en su derecho de hacerlo y tienen con qué pagar los gustos caros que se dan en el aspecto cultural. Acaso la retribución al ciudadano de pie —cualquiera de nosotros— es que a algunos de esos eventos nos permiten el acceso gratuito. Pero, lo que sí está en ruinas y debe ser rescatado de verdad es el sistema cultural institucional, que hoy tiene olvidadas a las casas de la cultura, los espacios de difusión y los centros de enseñanza, que aunque no lucen en grandes foros debieran ser el semillero de las nuevas generaciones de artistas oaxaqueños.

¿Y la CORTV?

Desde esa misma lógica debe verse el tema de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión. ¿Terminará Emilio de Leo entregándole todo a particulares para que ellos hagan el trabajo que el Estado no quiere o no puede hacer? Ese sistema necesita, primero, tener una identidad y después un rumbo. Hoy carece de ambos. Pero, la tarea fácil sería darles las producciones en comodato a la Fundación Harp, por citar un ejemplo, y quitarse de problemas. ¿Será?

 

Foto: Gobierno del Estado de Oaxaca

 

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