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2 de febrero de 2015

Por: Juan José Consejo*

La energía es delicia eterna.

William Blake

Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón y me aventan la garganta.

Miguel Hernández

De gran actualidad es sin duda el tema energético. A nivel nacional se discute la llamada reforma energética, más bien reducida a las ventajas y desventajas de la inversión privada en Pemex. En Oaxaca, los grandes proyectos eólicos del Istmo, en particular el de la empresa española Mareña Renovables en la zona huave, han llegado incluso a niveles de peligrosa confrontación.

Conviene la serenidad y la reflexión por muchos motivos, y quiero destacar entre ellos que el debate corriente sobre la energía descansa en una serie de supuestos que rara vez se cuestionan: que la energía es algo que podemos sacar de la naturaleza para nuestro provecho, que es limitada pero podemos aumentarla casi indefinidamente con tecnología y, sobre todo, que mientras más energía tengamos viviremos mejor. Si damos todo esto por sentado, la polémica se reduce a dónde obtenerla, cuánto cuesta, qué tanto va a durar, y en el mejor de los casos, cómo disminuir los impactos ambientales y sociales de su generación y consumo.

Si miramos el debate nacional sobre la reforma energética, aun sin adentrarnos en la grilla política que conlleva, apreciaremos ese sesgo, esa limitación: ¿Cuánto petróleo queda?, ¿dónde podemos sacar más y a qué costo?, los combustibles fósiles o la energía eléctrica ¿debe administrarlos el Estado o la iniciativa privada? Estas son cuestiones sin duda importantes, pero nuestra reflexión debe ir más a fondo.

A mi juicio, una discusión seria sobre el tema debería considerar no sólo la búsqueda de eficiencia, como ahorrar energía o usar fuentes limpias, especialmente frente a fenómenos como el calentamiento global del planeta, sino una transformación profunda, un cambio de pertinencia: redefinir nuestras nociones de buena vida y cómo la producción de calor, fuerza o movimiento pueden contribuir a ella. Hablo de cuestionar el modo de vida industrial, fundado en el desperdicio y en “la visión del mundo centrada en la energía” que señalaba Bertrand Russel. Me refiero a la conveniencia de buscar fuentes de energía, pero a la vez procurar la autonomía y el bienestar de las personas y las comunidades.

Me detengo en el caso de los megaproyectos eólicos de Oaxaca porque aquí, más que debate, predomina una argumentación estridente de verdades a medias y lugares comunes que esconden mal intereses económicos y políticos. Algunos de ellos:

  • Los proyectos eólicos son limpios, son verdes

Conviene aquí una consideración de escala: en magnitudes como las de los proyectos de aerogeneradores del Istmo no hay energías completamente limpias o ecológicas, especialmente si se evalúan de modo integral y se incluye todo el proceso: construcción, almacenamiento, mantenimiento, conducción. Es cierto que los impactos directos son menores (comparados con la quema de carbón o petróleo o las megapresas), pero debemos considerar, por ejemplo, que la propia fabricación de los molinos implica procesos industriales que consumen energía y materiales con impacto ambiental; su instalación y mantenimiento implica caminos, vehículos, combustibles y otros suproductos contaminantes y una buena cantidad de cemento –que es por cierto una de las industrias más sucias. Finalmente, la energía eléctrica producida debe ser almacenada y conducida y esto demanda cables, torres, subestaciones, etc.

 

  •      Necesitamos producir más energía eléctrica  

Como mencioné al principio, ésta suele ser una premisa implícita o que al menos no requiere justificación, algo así como ´mientras más energía mejor para todos´. Hay, sin embargo, elementos de seria consideración: estudios serios concluyen que, en términos globales, la CFE tiene una sobreoferta de electricidad e incluso sus subsistemas, como el del Istmo, difícilmente pueden manejar los incrementos eléctricos actuales y mucho menos los proyectados. Se ha señalado, por ejemplo, como una de las causas plausibles de las desastrosas inundaciones de Tabasco en 2007 que la empresa federal no liberó suficiente agua de las represas para favorecer a generadores privados de electricidad.

En todo caso, el asunto de quién necesita más electricidad, y sobre todo para qué, debería estar en el centro de la discusión: ¿se busca beneficiar a las comunidades rurales donde se ubican los proyectos eólicos por la vía de energía barata y accesible que satisfaga sus requerimientos domésticos e impulse iniciativas productivas locales? No es así, pues la vía sería entonces pequeños proyectos hídricos, eólicos y solares con tecnologías baratas, eficientes, apropiables y bajo control local. ¿O se consideran prioritarias las grandes inversiones extranjeras porque dejarán beneficios indirectos por la vía de creación de empleos o de activación de procesos económicos globales? si es así debe plantearse con toda claridad y valorar costos y beneficios. Hasta ahora sin embargo, los beneficios locales en términos de empleos, derechos y participaciones son marginales.

  • Es por el desarrollo sustentable de Oaxaca

Pondré el dilema en términos un poco más crudos: las «necesidades» pueden significar cosas muy distintas para un campesino o un pescador huave que para alguno de los socios de Mareña Renovables. ¿Las granjas eólicas se traducirán en energía barata para los habitantes locales o en gordos negocios para las empresas españolas y sus cabilderos políticos?

Hoy el desarrollo sustentable es el lugar común favorito para justificar grandes proyectos, sean estos sobre petróleo, generación de electricidad o biocombustibles. Y la argumentación que le sigue, si es que llega a plantearse, es que las comunidades, la gente común y corriente, no saben lo que es mejor para ellos mismos y debe confiar en los técnicos y los funcionarios. A los detractores se les consideran grupúsculos, se les descalifica por no ser expertos o de plano se les acusa de favorecer intereses externos u oscuros. Se escamotea la información, se montan campañas de adhesión a modo y la imposición suele consumarse por la vía de los hechos.

El breve espacio de estas notas deja muchos asuntos pendientes en este debate imprescindible. Ojalá la sociedad entera pueda participar en él.

  • Instituto de la Naturaleza y la Sociedad de Oaxaca, A.C. (INSO)

jjconsejo@hotmail.com

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