(www.eloriente.net, México, a 28 de diciembre de 2015, por Adrián Ortiz Romero/ Al Margen).- Ahora mismo en España priva un estado de incertidumbre sobre qué pasará con el gobierno de aquella nación. Como bien se sabe, el 20 de diciembre se realizaron elecciones generales en las que se eligió a los integrantes del Congreso de los Diputados. El resultado de esos comicios es inédito porque ninguno de los partidos consiguió la mayoría necesaria para encabezar el gobierno. A partir de ello se habló de una crisis constitucional, pero también se ha visto el intento de los partidos de formar un gobierno de coalición que le dé estabilidad al régimen español. Ello debe servirnos de punto de referencia sobre lo que deberíamos entender por gobierno de coalición en México, a partir de la pésima idea que tenemos de ello.

En efecto, En las elecciones del domingo 20 de diciembre, el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy obtuvo 123 escaños de los 350 con los que cuenta el Congreso de los Diputados, un resultado que deja al partido lejos de la mayoría de 176 necesaria para gobernar. El PP pasó de haber logrado en 2011 la mayoría absoluta, a depender de otras fuerzas políticas para seguir en el poder. Y, tras esos resultados, no se descarta que la segunda formación más votada, el Partido Socialista Obrero Español —que con 90 escaños obtuvo su peor resultado en unas elecciones generales— intente gobernar creando una coalición con los partidos de izquierda —como Podemos, tercero en la contienda— y las formaciones nacionalistas.

¿Por qué para los españoles es tan complejo este resultado? Ello debemos entenderlo a partir de la forma en cómo se establece su gobierno. En México parecemos muy acostumbrados a la pluralidad de fuerzas políticas en el Poder Legislativo, porque nosotros tenemos un régimen de tipo presidencial, en el que la estabilidad del Titular del Poder Ejecutivo no depende directamente de la conformación del Congreso, pues de hecho el Presidente puede pasar todo su mandato teniendo minoría en el Legislativo —o aún no teniendo, como pudiera ser el caso de un candidato independiente— y ello no significa que en algún momento se viera obligado a dejar su gobierno, o no poder refrendarlo. Esto es porque en el régimen presidencial los poderes están más desligados, cuestión que no ocurre en un sistema parlamentario como el español.

Allá las cosas funcionan de forma distinta. En el régimen parlamentario la estabilidad del gobierno depende lo que ocurra en el Congreso, ya que de la conformación de éste es como se da la integración del gobierno. En términos simples, el gobierno emana del Congreso y esa es una de las claves importantes de la crisis española. Pues resulta que cuando un partido logra mayoría absoluta en el Congreso, tiene capacidad de establecer un gobierno sin necesidad de pactar con las fuerzas opositoras. Esto es lo que había pasado hasta ahora en España.

La diferencia con los comicios del pasado 20 de diciembre, respecto a todo el pasado de España como una democracia, es que si bien el partido en el gobierno mantuvo su mayoría en el Congreso, ésta ya no es una mayoría absoluta como requería para refrendar por sí sola al Presidente.

Por eso se abre la interrogante de si el Partido Popular podría pactar un gobierno de coalición con el PSOE, o si por el contrario, éste último partido podría conformar una coalición con las otras minorías para tratar de alcanzar el número de diputados necesarios para formar una mayoría absoluta, y así deshacer la mayoría que tiene el PP formando ellos un gobierno de coalición, y convirtiendo a una mayoría débil en una minoría, frente a —valga la expresión— un conjunto de minorías unidas.

Hasta ahora no hay consenso sobre qué pasará con el gobierno español. Mientras, el PP sostiene que no permitirá que se ponga sobre la mesa la posibilidad de que Mariano Rajoy deje la presidencia del gobierno, y los demás partidos continúan también en su polémica particular respecto a cómo pueden hacer para entender el mensaje de la ciudadanía y la posible conformación de una coalición. En el fondo, todos entienden que los dos caminos posibles son o el gobierno de coalición, o una posible repetición de los comicios. Lo primero significaría un avance democrático, y lo segundo un fracaso del sistema por la incapacidad de los partidos de procesar correctamente el mandato de la ciudadanía.

COALICIONES PATITO

En México, como apuntábamos en líneas anteriores, rige el sistema presidencial en el que la estabilidad del Poder Ejecutivo no depende del Congreso ni de sus mayorías o minorías. Sólo que en el intento de hacer reformas “democráticas” se estableció en la Constitución de la República los posibles gobiernos de coalición, en los que se supone que puede haber consensos entre fuerzas políticas con el Ejecutivo pero sólo para el nombramiento de algunos funcionarios, y sin un esquema concreto que hiciera dependiente del cumplimiento de los objetivos de la coalición, la estabilidad del propio gobierno.

En ese sentido, el artículo 89 de la Constitución federal dice que es facultad del Presidente,  “en cualquier momento, optar por un gobierno de coalición con uno o varios de los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión. El gobierno de coalición se regulará por el convenio y el programa respectivos, los cuales deberán ser aprobados por mayoría de los miembros presentes de la Cámara de Senadores. El convenio establecerá́ las causas de la disolución del gobierno de coalición”.

SÓLO APARIENCIAS

Luego, en otros artículos establece la facultad del Senado de aprobar el nombramiento de diversos funcionarios cuando se trate de gobiernos de coalición. El problema es que esos gobiernos de coalición no reflejan un posible cambio de régimen, de presidencial a parlamentario, sino que simplemente generan una apariencia de equilibrios democráticos que en realidad no se podrían conseguir porque finalmente el gobierno de coalición en México no tiene la naturaleza que sí tiene en los regímenes parlamentarios, en los que existen las mociones de censura (una especie de advertencia política) cuando el Congreso o Parlamento considera que no se están cumpliendo los objetivos del gobierno de coalición, o la figura del “retiro de la confianza” que opera cuando definitivamente la representación popular considera que debe dejar de fungir el gobierno en turno, y conformarse uno nuevo que sí cumpla con sus expectativas, justamente porque de éste depende la estabilidad del régimen.

mariano-rajoy

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