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11-S Lecciones por aprender
El atentado terrorista que cambió la historia de la seguridad mundial es del 11 de septiembre del 2001.
Las consecuencias que generó las hemos padecido hasta nuestros días: mayor “seguridad” en los aeropuertos, incertidumbre en el orden mundial, desequilibrio en las relaciones de paz en el mundo, discriminación hacia el islam, etc. ¿Qué ocurrió en la administración pública? ¿Se aprendió algo de este atentado?
En los Estados Unidos el atentado expuso las vulnerabilidades de seguridad nacional, de sus agencias de espionaje y sobre todo de la calidad y cantidad de información de inteligencia que producía ese gobierno.
Este dramático evento nos deja tres lecciones que aún no hemos aprendido ni mucho menos puesto en práctica en muchos gobiernos del mundo incluido el nuestro.
Lecciones del 11-S
La primera lección es integrar la información de inteligencia. Ahora se sabe que tanto el FBI, como la CIA, e incluso la policía de Nueva York, tenían datos sueltos, fragmentos de lo que podía ocurrir pero que al no tener acceso a la información de otras dependencias no pudieron interpretar lo que se les venía encima. La creación de la secretaria de seguridad interna (Homeland Security) ha buscado resolver este problema, creando procedimientos que impulsen la colaboración, el intercambio y clasificación de aquellos datos con riesgos potenciales que deban ser considerados prioritarios.
Sin embargo, tal parece que dicha estrategia no ha resultado. Tanto la toma del capitolio a inicios del 2021 por manifestantes que apoyaron a Donald Trump, como la sorpresiva caída de Kabul por los talibanes hace unas semanas, demuestra que la información gubernamental sigue dispersa, desorganizada y sin llegar a tiempo para tomar decisiones.
La segunda lección sería la gobernar los datos. No basta lograr la administración electrónica y digitalizar archivos, reportes e informes y pasarlos a bases de datos para hacerlos útiles, y que aporten valor a la toma de decisiones en situaciones de emergencia. Datos actualizados, confiables, precisos y protegidos.
La pandemia COVID-19 ha demostrado – en México y el mundo – que la falta de datos con estas características, en temas de salud, hospitales, médicos, contagios, vacunados, etc ha sido determinante para tomar decisiones rápidas y efectivas para resolver esta problemática. Los gobiernos se han paralizado hasta obtener datos que les permitieran tener clara la dimensión del problema. Aún con los datos en la mano (ejemplo, semáforo COVID) las decisiones políticas los han descartado.
La tercera lección lleva una palabra difícil: interoperabilidad en los datos. Esto es que los sistemas de información gubernamental sean homogéneos, de tal forma que puedan ser compartidos sin errores. Si me permite la analogía computacional, es difícil pasar archivos de una computadora con Windows XP (del 2001) a otra con windows 10. Aunque sean del mismo sistema operativo y de la misma empresa, la razón de ello es la evolución y madurez de los sistemas informáticos.
Lo mismo sucede con los datos gubernamentales tienden a envejecer, y mientras haya datos guardados en cajas de cartón o en fichas de trabajo, existen otros archivos digitalizados que al combinarse pueden resultar claves para entender lo que sucede en las dependencias gubernamentales y en la sociedad. Sin esta interoperabilidad que permita el intercambio eficiente de datos, seguiremos tomando decisiones equivocadas o tarde.
Revolución de la inteligencia
Finalmente, la revolución de los sistemas de inteligencia y de seguridad nacional son consecuencia del 11-S. Es un ejemplo de la ausencia de información integrada, interoperable y sin gobernabilidad, que permita un flujo de datos confiables.
En el corto plazo tendremos que sumarle la inteligencia artificial que será clave para descubrir tendencias, probabilidades y pronósticos para alertar a los gobiernos en casos de emergencia, desastre o revueltas políticas. Seguiremos con el tema.