Bailarina. Imagen: Sergio Gimenez, Licencia Creative Commons

“La Cultura es relevante por razones culturales. Y no solo razones económicas, sociales, políticas”.

Cultura debe estar primero

(www.eloriente.net, México, a 6 de agosto de 2018, por: Juan Pablo Vasconcelos @JPVmx).-  Goza de inmenso prestigio y no es raro escucharla nombrar en los discursos de los mejores eventos. Sin embargo, a la hora buena, es echada de menos e incluso puesta a un lado, como si por su relevancia e inevitabilidad fuera algo que puede esperar para después.

Se le presume. Incluso se le utiliza para mostrarse al exterior. En las ferias o en aperturas estelares, se llama a sus mejores exponentes nacionales para demostrar cómo la creatividad, el grado de talento y las fronteras derribadas por ellos, son sello general de nuestro pueblo.

Cada vez que un niño o una niña destaca por conocerla a profundidad, pensamos que el país tiene un futuro. En cambio, cuando es evidente su indiferencia sobre ella, nos invade cierto desasosiego y comenzamos a buscar culpables del terrible descuido, cuyos resultados ponen en severo riesgo la identidad y el corazón de nuestro pueblo.

Pero a pesar de su prestigio, la ilusión que provoca y la inminente importancia que representa, es verdad su postergación.

La cultura se ha postergado.

Me refiero claro a su atención en las políticas públicas y en los programas nacionales. También —debemos ser sinceros— en la educación familiar y aún en los intereses personales, dominados por otras motivaciones más proclives al entretenimiento o de plano a la fiesta sin contenido.

Más de la mitad de los mexicanos, por ejemplo, no abrió un solo libro durante un año, según cifras oficiales (Módulo sobre Lectura, INEGI, 2016).[1]

Es decir, tanto en lo público como en lo privado, la cultura sigue siendo un asunto de segundo plano, o bien, un asunto tan relevante “que alguien lo debería estar atendiendo”, pero no hemos sido capaces de hacernos responsables de ello a plenitud, en ninguna de las dos esferas.



Europa da un paso adelante

En términos de las consideraciones anteriores, nuestro país no es la excepción. La batalla porque el patrimonio y la expresión culturan pasen a primer plano —que no es otra cosa que la batalla de hacer que el sentido humano de la vida y de las cosas importe de verdad—, sigue siendo una de las cruzadas más relevantes de nuestro tiempo.

Por eso me parece digna de énfasis La Llamada a la Acción de Berlín, hecha pública el pasado 22 de junio, durante la Cumbre del Patrimonio Cultural Europeo. Allí se insiste en la necesidad de que los ciudadanos, organizaciones e instituciones reconozcan la responsabilidad compartida de desarrollar la capacidad y el poder de cohesión del patrimonio cultural común para avanzar hacia una Europa más pacífica próspera, inclusiva y justa.

“Enfrentados a múltiples retos e, incluso, amenazas para los valores europeos esenciales, tal debate no puede estar basado exclusivamente sobre consideraciones económicas, políticas o de seguridad. Necesitamos ‘cambiar el tono’ de aspectos de la narrativa histórica europea. Debemos colocar nuestro patrimonio cultural común en el lugar que le corresponde: en el mismo centro de las políticas y prioridades europeas”.[2]

Estas líneas son absolutamente reveladoras y de alguna forma adelantan en efecto el “tono” que deberíamos asumir cuando hablamos de patrimonio y expresión cultural.

¿En qué sentido? En que la cultura es fundamental en efecto por razones económicas, políticas o aún de prevención de la violencia, pero sobre todo por razones estrictamente culturales.

Nos permiten, por ejemplo, fortalecer valores comunes y comprender los divergentes; comprender y asumir nuestra identidad; alimentar nuestra sensación de pertenencia a una comunidad; funge de puente entre pasado y futuro; aporta armonía y añade belleza a nuestras vidas, entre otras que incluso pertenecen al terreno de lo intangible e inefable.

La Llamada de Berlín contempla 7 acciones concretas para impulsar en los diversos estados europeos y aún por las organizaciones adheridas.

Resalto una en particular —aunque se entiende la armonía e integralidad del conjunto—, pues la miro como uno de los faros a seguir en otras demarcaciones del planeta con carácter de urgente: el patrimonio cultural debe estar presente el máximo posible en todas las etapas educativas. “Atención especial merecen la educación en la Historia y la interpretación del patrimonio situados en un contexto amplio del pasado, presente y futuro de Europa”.

Sin esta transmisión de conocimiento y sentido es imposible exigir comprensión. Y por lo tanto, exigir diálogo, relaciones respetuosas o armonía social.

Bailarina. Imagen: Sergio Gimenez, Licencia Creative Commons

La raíz de los desencuentros

Debido a nuestra indiferencia por estas actividades y tareas, una gran parte de nuestros problemas y desencuentros existen o aún se han agravado.

Inclusive, esta misma indiferencia nos ha llevado a buscar la raíz de estas complejidades en lugares erróneos. Como muestra, se sondea la razón de la violencia solo en razonamientos económicos, o bien, se explica la ineficacia de los órganos de gobierno solo en motivaciones políticas, partidistas o hasta de modelo administrativo.

Sin embargo, la raíz siempre ha estado en otra parte. En algún dominio de la ignorancia. Y, por lo tanto, en la ausencia de comprensión y significado.

Cuando la cultura esté primero, será cuando nuestras relaciones sean más respetuosas, nuestros problemas encuentren salidas más allá del castigo, y el bienestar y la calidad de vida sean verdaderos.

La cultura es la columna vertebral del bienestar humano. Por eso, debe estar al centro. Orientando como mástil la mente de gobernantes y ciudadanos.

[1] https://www.reporteindigo.com/piensa/cuanto-como-leen-mexicanos-inegi-dia-internacional-libro/

[2] http://www.europanostra.org/wp-content/uploads/2018/07/Berlin-Call-Action-Spa.pdf