Margaret W. Rossiter, Smithsonian

Indicio Esmeralda, por Jarumy Méndez

Se imagina lo que habría sucedido si el físico Albert Einstein, el médico Alexander Fleming o el físico Erwin Schrödinger hubieran sido mujeres. ¿Habrían conseguido abrirse un hueco en el mundo de la ciencia? ¿Sus revolucionarias teorías –la teoría de la relatividad, el descubrimiento de la penicilina o el experimento mental del gato de Schrödinger— habrían sido aceptadas del mismo modo?.

La deuda histórica de reconocimiento de las mujeres y sus aportes en diferentes ámbitos de la vida, como el científico, demanda aceptar que las mujeres han sufrido una discriminación sistemática para reescribir su historia con perspectiva de género.

Desde 1993, Margaret W. Rossiter definió el olvido consciente y sistemático que habían sufrido las aportaciones de las mujeres científicas e investigadoras, haciendo honor a la historia personal de  Harriet Zuckerman y al de la activista en pro de los derechos de las mujeres, Matilda Joslyn Gage. De esta manera, la discriminación que han sufrido las mujeres en la ciencia ha sido conocida con el nombre de efecto Harriet/Matilda  más conocido como el efecto Matilda.

Esta discriminación histórica y sistémica encontró la forma “objetiva” de justificación para arraigarse en la comunidad científica. Recordemos que, en El origen del hombre, Darwin concluyó: “en cuerpo y espíritu el hombre es más potente que la mujer”, en el dedicó sus esfuerzos por convertir el prejuicio ancestral de que las mujeres por naturaleza son inferiores a los hombres, en verdad científica. Afirmaba que las facultades típicas del sexo femenino como la intuición y rápida percepción eran propias y características de razas inferiores, y por lo tanto correspondían a un estado de cultura pasado y más bajo. En contraste, subrayaba que el hombre desarrolló facultades mentales superiores, como la observación, la razón, la invención o imaginación que, finalmente, lo hicieron superior a la mujer en todos los terrenos.

Así, la historia y en especial, la historia científica, con la ausencia de sus mujeres (no por su inexistencia sino por su invisibilización) es un largo camino de formas de discriminación: el olvido de las mujeres que firmaban artículos científicos junto a sus maridos; el aislamiento al que se veían sometidas muchas investigadoras en grupos de trabajo masculinos; la atribución de “mala fama” intencionada a mujeres para desprestigiar su trabajo; científicas a las que han robado sus descubrimientos; aquellas cuyos nombres no eran registrados completos en las bases de datos científicos, sino con sus iniciales, lo que hacía muy difícil que sus nombres fueran reflejados y reconocidos en los resultados de las búsquedas; las aportaciones, descubrimientos y el trabajo de muchas mujeres científicas, dando la autoría de los mismos a compañeros de investigación, etc.

Una forma de reivindicación es lograr que más mujeres aparezcan en los libros de texto. Se estima que el porcentaje de mujeres que aparecen en los libros de texto no pasa el 15%, a lo que muchos han llamado el conocimiento amputado. Y es que conocer la trayectoria de mujeres científicas es fuente de inspiración y un mecanismo para fomentar aspiraciones profesionales en las niñas.



Helia Bravo

Una de esas mujeres que debe aparecer como fuente de inspiración en los libros de texto, es Helia Bravo, primera bióloga mexicana, autora del libro “Las Cactáceas en México” y de casi 170 artículos, dónde describió 60 clasificaciones científicas y realizó 59 revisiones de nomenclatura. Recibió numerosos premios y reconocimientos, incluidos el Cactus d’Or de la Organización Internacional de Suculentas, un doctorado honoris causa y un Premio Investigador Emérito en la UNAM. Sus trabajos recibieron la aclamación mundial de colegas biólogos y botánicos y en la actualidad seis especies y una subespecie de cactus llevan su nombre al igual que el Jardín del Desierto, dentro del Jardín Botánico de la UNAM, un jardín botánico y una colección de cactus en Zapotitlán de las Salinas, en el Estado de Puebla. Además, sin sus investigaciones y aportaciones no se hubieran logrado decretar la Reserva de la Biosfera en Metztitlán y la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. Su historia de vida y su pasión por los temas ambientales han sido inspiración para la creación del programa de educación ambiental “Reverdeciendo con mi Maestra”, programa del Voluntariado Ambiental por Oaxaca que busca fomentar el amor a la biodiversidad en las niñas y niños de nuestro estado, a través de la enseñanza del cuidado de las plantas endémicas y de heroínas de la biodiversidad como Helia Bravo.

En un mundo de desigualdades sociales y ambientales, es urgente formar defensores de la naturaleza con una comprensión del mundo igualitaria, pacifica y holística. Esto lo lograremos en la medida que reivindiquemos la historia y la deuda con las mujeres, visibilizando la discriminación sistémica, las mujeres y sus aportes a la ciencia, y por supuesto, emprendiendo acciones para terminar con estas prácticas discriminatorias.

Lo personal es político.

@jarumymendez