Rafael Cauduro, la exposición

Primera Parte




 

La Pirata del oriente

Por: Eva Bodenstedt

Ciudad de México, Marzo 23, 2022

Un hermoso despegue y sobrevuelo a menos de 5 mil metros sobre la Ciudad de Oaxaca de Juárez me avecina a una viaje inesperado: hace unos días, Lili me llamó para invitarme a la inauguración de la exposición del padre de sus hijas: Rafael Cauduro.

El piloto me sorprende, nunca antes había visto la mancha urbana tan clara y tan extendida como esa mañana; lotes que antes eran de alfalfa o algún vegetal verde, aparecían hoy secos y encuadrados entre lo que en un futuro serán calles de pavimento; tantos otros, ya ocupados por una especie de caja de zapatos con tinacos en sus lozas me recordaron a aquellos seres que habitan las colonias populares, que no tienen voz y a quien mi queridísimo Rafael Cauduro, se las da en su obra más allá de las fronteras del espacio y del tiempo; le devuelve a los demás el cuerpo, la presencia, la existencia en su totalidad, de esos que en efecto, parecen ser mudos e indeseables. Cerrando los ojos vi en mi pantalla interior la misión magnánima, atrevida, única, mágica de este muralista mexicano que inició cuando era joven la carrera de Arquitectura, para no obstante, en poco, darse cuenta de que su destino era inocularse en el tiempo de las cosas, en todas las cosas que usan los humanos y la relación con ellas; se sumerge en las miradas, lo que dicen ellas, lo que expresan dentro de contextos definidos que al espectador lo llevan a su propia mirada hacia todo aquello que ignora en su cotidianidad; Cauduro detona las emociones y expresa las dependencias; Cauduro abarca en su obra el abanico de las tantas realidades que componen una sociedad diversa a la cual él se entrega como luchador social a partir del arte pictórico; uno que creó él, muy especial, muy único, determinantemente insuperable, acompañado a partir de un momento de su vida, de alguien que hoy no tiene ni voz ni presencia al lado de la obra de Rafael Cauduro, quien se fue abriendo paso para expresarse por medio del arte pictórico en todas las posibles formas y con todas las posibles herramientas, y las que no existían, ambos las inventaban con la intención de traducir a su manera lo que la vida era para ambos. Juntos fueron descubriendo como alquimistas la magia para a la par de la creatividad, la curiosidad infinita y la perseverancia, llegar a donde hoy está la obra de Cauduro.

Era una mujer esa su “media naranja”, se llamó Carla Hernández, fue escultora y la primera esposa de Rafael, a quien nadie, NADIE, iba a mencionar a lo largo del evento al cual fui invitada con honor.

No me lo pregunté si sucedería mientras observaba desde el aire la tierra que separa a Oaxaca con lo que fue el Distrito Federal y la Ciudad de la “eterna primavera”, a donde volví a ver a Cauduro en el año de 2006 después de haberlo conocido en la primavera de 1991 en los desayunos que organizaba la periodista Nadia Piamonte en su casa de Cuernavaca.

En ese entonces estaba soltero, no conocía aún a Liliana Pérez, quien en un cuadro aparece con su primera hija Juliana, en su vientre; y ya se había divorciado de Carla. Pero en ese año de 2006, los dos estaban ahí, en la Tallera de Siqueiros, dirigida por Vadas, su amigo y modelo, trabajando juntos en la creación de los Murales que la Suprema Corte de Justicia de la Nación le invitó a hacer en las escalinatas principales del seno de la Justicia en México, a Rafael Cauduro.



En un inicio Rafael rechazó la invitación, dentro de él se gestaba una contradicción, ya que como tantos sabemos, en la ejecución de los poderes que ejercen la Justicia en nuestro país —como en tantas partes del mundo—, damos mucho que pensar, MUCHO, y por lo tanto, ¿qué podría un artista crear para venerar la historia de un sistema hipócrita e intoxicado?

Las otras tres escalinatas serían también ofrecidas como sede de la historia de la Justicia en México a otros tres grandes muralistas mexicanos, pero a Cauduro le ofrecían las escalinatas por donde a diario suben y bajan los Ministros, el Presidente de la Corte, y la mayoría de los que a la Suprema acuden con esperanza e insistencia para que la Casa Magna de la Justicia les haga justicia a sus casos.

Rafael Cauduro cuenta con un amigo, extraordinario y también único artista, gran muralista, de nombre Narcisus Cuagliata. Para Cauduro, él fue una inspiración, un asesor, una voz que escuchaba; y fue a partir de abordar con él la propuesta, como llegó a aceptarla pero no con el tema de la historia de la Justicia, sino con una contrapropuesta: los Siete Crímenes de Estado: en el sótano de las escalinatas reciben los Tzompantlis, en el siguiente tramo, los Procesos Viciados, y así sucesivamente hasta las ventanas de la parte superior de la Suprema: la Tortura, la Violación, el Secuestro, el Homicidio, las Cárceles y la la Represión.



La Suprema acepta, no obstante, con muchas ganas de parte de muchos Ministros, de echar atrás la intención de Cauduro, como lo dijo el Presidente de la Suprema, Arturo Zaldívar, la noche del 23 de marzo en la inauguración “privada” de la exposición, en donde en la parte final, en un salón inmenso, mi colega cineasta Juan Carlos de Llaca presenta un también muy buen corto sobre estos murales en la SCJN que no podían ser llevados de otra forma, a la exposición, así como sucede por ejemplo con las tantas obras de tantos coleccionistas que hace mucho tiempo se convirtieron en “fans” de esta extraordinario ser humano, que en el mes de marzo de hace 16 años, me recibió con sorpresa en la tallera de Siqueiros, en donde en ese momento estaba con Carla Hernández y su equipo, creando el Secuestro y la Tortura, aceptando con su sencillez y humildad, que lo filmara a diario en su proceso mientras viviera yo en Cuernavaca acompañando a mi padre a morir en manos, para mí, del Ejército del Coronel Cangrejo.

No había mejor coincidencia, así yo iba y venía de un secuestro y una tortura dentro de mi casa, a un secuestro y una tortura en la mente de este gran amigo —para tantos— cuya obra hoy está a la vista de quien quiera ir a la Ciudad de México a ver  en  el Colegio de San Ildefonso, cómo Rafael Cauduro fue creciendo la otredad en la que se vivió, en arte, en un arte espléndido.

Les dejo esta visión de Rafael Cauduro sobre el deterioro, que desde la década de los noventa, definió su obra.

Y en la próxima Pirata, seguiré escribiendo sobre él y su obra y esta exposición a la que vale la pena ir, aunque esté a muchos kilómetros de distancia.

“Curiosamente, yo el deterioro no lo veo como algo negativo, yo creo que el deterioro realmente no es un deterioro, sino una continuación, un símbolo de vida, la evidencia de que las cosas están ocurriendo”, así lo describió el mismo Rafael en 1998.

Links:

https://www.eloriente.net/home/2021/09/19/los-secuestros-montados-por-eva-bodenstedt/

https://www.monitorxpress.com/noticias/nacionales/rafael-cauduro-celebra-50-anos-de-trayectoria-artistica-con-la-exposicion-un-cauduro-es-un-caduro-es-un-cauduro-en-san-ildefonso

La obra del Maestro Rafael Cauduro llega a San Ildefonso con más de 156 obras

http://encuentros-de-arte.blogspot.com/2010/09/rafael-cauduro.html

Rafael Cauduro celebra 50 años de trayectoria artística con la exposición “Un Cauduro es un Caduro, (es un Cauduro)” en San Ildefonso